Por Stakeholders

Lectura de:

Por Bernardo Kliksberg,

Directivo del Alto Panel Mundial de Seguridad alimentaria.


Hace 250 años el padre de la economía del mercado, Adam Smith, advirtió premonitoriamente la necesidad de valores éticos en los mercados, como la honestidad, la transparencia, la confianza y el interés en el bien común.

Señaló que uno de los campos en donde debía haber criterios morales era el de productos críticos, como por ejemplo el tabaco, el ron y el azúcar, y que éstos debían ser objeto de impuestos restrictivos para reducir su consumo.

La OMS estima que la industria del tabaco “es la única que mata a la mitad de sus consumidores. Produce 1.2 millones de muertes anuales. Las enfermedades crónicas son responsables del 87% de las muertes que se producen en la Unión Europea y están ligadas al tabaco, abuso del alcohol, ingestión de comida basura y falta de ejercicios.

En España por ejemplo, a pesar de progresos, el 24% de los españoles mayores de 15 años fuma. Mueren por ello 166 hombres y 40 mujeres por día. No fumar, no abusar del alcohol, comer sanamente, y hacer ejercicios podría prevenir el 80% de las enfermedades cardiovasculares, infartos cerebrales, y diabetes tipo 2”.

La FAO viene llamando la atención rigurosamente sobre el cuádruple desafío que enfrentan actualmente los sistemas alimentarios en el mundo. El cambio climático está incidiendo regresivamente sobre las posibilidades de producción de alimentos. Las grandes sequías en diversos continentes y las inundaciones constantes han bajado considerablemente los montos estimados de producción en áreas claves.

El Calentamiento Global en su conjunto está produciendo la pérdida de nutrientes y la erosión de suelos. Hay cerca de 800 millones de personas que están con hambre, en su mayoría niños, con gravísimos riesgos de salud. Hay allí un problema de acceso a alimentos ligado a las grandes desigualdades. Al mismo tiempo la ingestión regular de comida basura ha llevado a que más de 1900 millones de adultos tengan sobrepeso, de éstos son 38% hombres y 40% mujeres.

Casi un tercio de ellos, es decir, más de 600 millones son obesos. La obesidad no es una cuestión meramente estética, la Academia de Salud de USA la ha definido como una enfermedad que incide en todo tipo de patología, particularmente las circulatorias.

Así por ejemplo hay 422 millones de personas que sufren diabetes, uno de los riesgos principales de la obesidad. Entre los impulsores de la obesidad se haya el fast food, con frecuencia repleto de grasas ultrasaturadas y el exceso de azúcar en los refrescos.

Los problemas de salud que surgen de todo esto para los niños son monumentales. Hay 159 millones de niños que no crecen. Más de 2000 millones de niños no ingieren los micronutrientes básicos necesarios, como el hierro, el zinc, el yodo, y la vitamina A.

Organizaciones como La Plataforma de Pacientes de España exige “que se prohíban anuncios de productos que sabemos que son nocivos, como los refrescos con cantidades ingentes de azúcar o la comida preparada con grasas”. El Presidente de la Sociedad Española de Epidemiología denuncia “apelar a que los que consumen tienen libertad de elección, lo que es falso porque existe la presión que hace la industria mediante la publicidad”.

Organizaciones como la FAO han abierto rumbos éticos como los pedía Smith, que deberían movilizar a las políticas públicas, las empresas y los actores sociales en defensa de la salud pública. Para que no continúen las millones de muertes evitables hay que asegurar el derecho humano a alimentos saludables para todos, frenar el alcoholismo, el tabaquismo y la obesidad, y apurar el paso. Hay a diario demasiadas gratuitas en América Latina y el mundo.







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