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En la frontera entre Haití y República Dominicana vive casi un millón de haitianos. La crisis humanitaria puede ampliar ese número en breve…

  
En la frontera entre Haití y República Dominicana vive casi un millón de haitianos. La crisis humanitaria puede ampliar ese número en breve. El territorio precisa especial atención y para ello es preciso encauzar el dinamismo binacional, dice la especialista.

perar a Haití del terremoto del 12 de enero que destruyó Port-au-Prince, muchos están tomando medidas al otro lado de la frontera, en República Dominicana. Junto al límite con Haití vive la mayoría del millón de haitianos que cambió de país hace algún tiempo y es altamente posible que allí lleguen migrantes desplazados tras la tragedia humanitaria.

La presión sobre la frontera no ha tomado desprevenidas a algunas ONG dominicanas que ya desarrollaban proyectos de integración social en la franja limítrofe. Las ONG representan casi un cuarto de la industria dominicana de microcréditos, que hacia 2008 movilizaba unos US$ 300 millones al año, según las últimas cifras disponibles de la Red Dominicana de Microfinanzas (REDOMIF), y es natural que muchos se pregunten si pueden asumir nuevos compromisos para ayudar a Haití, a sus residentes en Dominicana y a los nuevos migrantes.
 
Mujeres en Desarrollo Dominicana (MUDE), miembro de REDOMIF, es una de las ONG que procura dar alivio a las víctimas del desastre. Más del 90% de los 3,500 clientes de MUDE son mujeres, entre ellas 100 haitianas. Rosa Rita Álvarez, su directora ejecutiva, dialogó sobre el tema con Marina Delaunay, reportera de MicAméricas. Estos son extractos de la entrevista:

¿Es posible incorporar a la nueva migración haitiana a las microfinanzas dominicanas?
Por ahora, muchas ONG estamos viendo las formas de ayuda inmediata; luego vendrá la reconstrucción. Nuestros oficiales de crédito han visto cómo se activó rápidamente el mercado binacional al noroeste, en Dajabón. Las microfinanzas serán la clave para la recuperación rápida de una economía básica de barrios, comunidades y poblaciones muy necesitadas. [Por ejemplo,] el efecto que tendría un millón de dólares sería enorme. Si pudiéramos hacer alguna campaña para recabar dinero para que microempresas puedan recibir US$ 100 a US$ 200… Algún tipo de sinergias entre organismos internacionales e instituciones de Haití y Dominicana.
 
¿Sucede algo de esto ahora?
En Dajabón, estamos apoyando el desarrollo de una organización de mujeres para la conformación de una federación entre cuatro instituciones de tres provincias de la zona. Ellas mismas nos dicen cómo están vendiendo más productos diferentes, como alimentos básicos, que no necesitan mucha refrigeración, y medicamentos.
 
¿Qué resta por hacer?
Sería bueno reactivar un programa para estimular el comercio bilateral, como el de Crédito Rural Binacional de la Frontera República Dominicana-Haití, ejecutado con fondos de la Unión Europea y que terminó hace cuatro años. Permitió estimular el desarrollo de la microempresa en la zona fronteriza e involucró dos cooperativas y dos ONG que ofrecen microfinanzas en ambos países. Lamentablemente, murió una de las directoras en alguna de las situaciones violentas de Haití y eso debilitó el nivel de relacionamiento que teníamos, algo que queremos reflotar.
 
¿Qué pasará después de la emergencia?
Estamos en la mejor disposición de sentarnos, a través de los gobiernos y con instituciones haitianas, para ver cómo proceder. Por ejemplo, hay muchos educadores que han muerto y se requerirá de una población de nuevos maestros que habrá que entrenar. También se deberá levantar escuelas, y lo mismo pasará en el área de salud y en microfinanzas. Un proyecto como el que hicimos con la UE sería muy útil para este momento. [En aquel entonces,] un mayor número de personas de ambos países crearon microempresas, fortalecieron las que tenían e intercambiaron metodologías.

Estamos abiertos a dar entrenamiento, aquí o en Haití, a brindar asistencia técnica, fortalecimiento de redes y hasta canalizar fondos de agencia para que ellos se enfoquen en la ejecución, en un primer momento, y nosotros nos encarguemos de la vigilancia y entrega de informes a las agencias. Es todo un asunto de aunar esfuerzos.
 
¿De qué manera impactará todo esto en el sistema de microfinanzas de ambos países?
Habría que comenzar a identificar fondos de garantía y seguros que sean razonables, porque muchas veces son impagables para la población. ¿Qué estará sucediendo con las instituciones que otorgaron créditos en Haití y se quedaron sin nada? No sólo las personas que murieron: las mutiladas, que tendrán que evitar la discriminación laboral; el daño psicológico para las que tendrán que empezar desde cero; las instituciones que perdieron absolutamente todo lo que habían construido durante tanto tiempo…

Además, hay que dividir las estrategias según las poblaciones a las que estamos sirviendo. Las personas que perdieron su vivienda construida con un microcrédito, perdieron su vivienda y los recursos y las instituciones a la que podían acudir. ¿Qué va suceder con todo ese know how que se perdió?
 
¿Qué tanto se está planteando esto en República Dominicana?
Sucedió en enero, un mes complicado para este tipo de instituciones: se terminan de aprobar planes de trabajo y presupuesto para el año, es un periodo de ventas bastante inactivo, y es cuando se esperan cambios en políticas generales. Tenemos que sentarnos para hacer un plan binacional con organizaciones internacionales…
 
Hay muchas cosas por ver aquí cómo país-destino. Si tienes las poblaciones nuevas identificadas es más fácil establecer programas de microfinanzas. Prestar a poblaciones itinerantes es perder dinero y le hace daño al sector. Esto va ligado, inevitablemente, a cuestiones de migración, pero también a trabajar en una ley para saber cómo vamos a manejar este proceso con poblaciones que no tienen papeles en regla. Para poder atender esto sin afectar la cartera de nuestras instituciones, las organizaciones internacionales podrían dar recursos con tasas de interés mucho más blandas, o donaciones.

Mercedes Canalda, directora de REDOMIF

“Alianzas, lo más urgente”

El terremoto en Haití corrió el velo a una situación de larga data en la semipenumbra. Casi un millón de los 9.7 millones de personas que habitan República Dominicana es haitiana pero sólo 11.000 de ellos tiene residencia legal, y menos del 2% ha logrado acceso a un microcrédito, según cálculos del sector. El arribo de nuevos migrantes, con cultura e idioma diferentes, pondrá presión sobre una industria como la dominicana, que opera con una demanda insatisfecha de microcréditos del 40% y problemas institucionales. “Así como hay productos rurales, debería haber un producto específicos para haitianos”, dice Mercedes Canalda, directora ejecutiva de la Red Dominicana de Microfinanzas (REDOMIF). “El éxito depende de que exista un canal formal mediante alianzas para que los beneficios lleguen a Haití”. Por la reactivación del comercio fronterizo ya hay muchos haitianos comprando en los mercados del sur dominicano para vender productos en su país. Sin embargo, no hay microfinanciamiento del lado dominicano. “El microcrédito necesariamente debe tener un acompañamiento del desarrollo de una microempresa, y esto es difícil cuando no tienen residencia, ni antecedentes que medir”, dice Canalda. “¿Cómo calculas una cuota idónea, cómo mides?” REDOMIF se reúne a inicios de febrero de 2010 para evaluar avances en la ayuda inmediata y analizar estrategias para el proceso de reconstrucción. Luego, ejecutará las donaciones recibidas y trabajaré en el diseño de productos bancarios y servicios específicos para haitianos. De hecho, ADOPEM, el banco de ahorro y crédito que dirige Canalda ya estudia un proyecto para que los haitianos cobren sus remesas en una cuenta bancaria en el país donde la necesiten, sin distinción entre Haití y República Dominicana. “Hoy ellos usan las remesas de manera informal y pierden mucho con el tipo de cambio cuando pasan de un país”, dice Canalda.

 

Fuente:

Contenido: http://www.iadb.org/micamericas/section/detail.cfm?id=6503&sectionID=SPCAL







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