En una alianza de la Universidad de Alcalá, la Universidad Autónoma de Madrid y de Universidad de Almería junto con la Asociación Danesa de Apicultores se ha investigado la participación de las abejas -y otros insectos- en la recolección de microplásticos del medio ambiente.
Recordemos que los microplásticos son partículas de plástico de entre 5 mm y 1 mm. Recientes investigaciones indica sobre la alarmante presencia de estos microplásticos en océanos, ríos, suelos y ahora se demostró que también están presentes a gran altura sobre el cielo de la ciudad de Madrid. Estas investigaciones pone sobre la mesa la verdad incómoda de la contaminación y cómo afecta a los ecosistemas.
La capacidad de expansión y resistencia de estos residuos hace mucho más complejo la formulación exacta de cómo esta simbiosis contaminación-naturaleza se cristaliza. Por ejemplo, se sabía que estas partículas contaminantes aprovechaban el flujo de mareas para moverse entre océanos, mares y ríos; ahora, se determina que también aprovechan las corrientes de aire para moverse a gran altura y expandirse en el medio ambiente. Aquí entra en juego el tamaño de las partículas y su capacidad de hacerse cada vez más pequeño y a su vez volátil; lo que no es precisamente una buena noticia.
Ya son muchas las investigaciones que aseguran la relevancia de las abejas en el funcionamiento del ecosistema. Por eso, siguen siendo objeto de estudio y haciendo uso de sus bioindicadores sensibles a los tóxicos se ha logrado detectar agentes contaminantes presentes en su radio de acción: pesticidas de origen agrícola, productos veterinarios de apicultores y ahora microplásticos.
Las abejas en su búsqueda de néctar y flores retienen en sus cuerpos las fibras y fragmentos de plástico que están presentes en el aire debido a interacciones electroestáticas entre sus cuerpo y los microplásticos. De esta manera, se han encontrado polietileno o el cloruro de polivinilo y trece tipos de polímeros distintos en las colmenas de estas abejas.