El bosque submarino de El Carbón, en Pucusana, comienza a renacer tras décadas de degradación que redujeron drásticamente la biodiversidad local y afectaron a la pesca artesanal. Hoy, un proyecto científico liderado por la Universidad Científica del Sur está logrando que las algas pardas Macrocystis pyrifera —clave para la vida marina— vuelvan a cubrir el fondo marino y atraer especies que habían desaparecido.
Este esfuerzo, impulsado con apoyo de la ONG Blue Mood, ya muestra resultados visibles: las nuevas praderas de sargazo alcanzan varios metros de altura y han permitido el retorno de peces como la anchoveta y el pejerrey. La iniciativa no solo busca restaurar un ecosistema vital, sino también convertir a El Carbón en un modelo replicable de reforestación oceánica frente a los impactos del cambio climático.
La playa de Pucusana, el ecosistema que vuelve a respirar
Antes de las nueve de la mañana, el biólogo marino Arturo Mires ya estaba sumergido en las aguas turbias de la playa El Carbón, en Pucusana.
Allí, entre corrientes agitadas, observó algo que hace unos años parecía imposible: cardúmenes de anchoveta nadando entre un nuevo sargazo de hasta cuatro metros de altura. “El mar se movía mucho, respiraba agitado y tenía que nadar contra la corriente”, cuenta Mires, quien forma parte del proyecto Ocean Reforestation, impulsado por la Universidad Científica del Sur y financiado por la ONG Blue Mood.
Este programa busca recuperar el bosque submarino degradado —clave para la pesca artesanal y la biodiversidad costera— mediante la siembra de Macrocystis pyrifera, una macroalga parda que forma verdaderas “praderas” bajo el mar.
Desde finales de 2023, el equipo ha sembrado 200 plántulas cultivadas en el Laboratorio de Cultivos Marinos de la Científica. De ellas, unas 50 ya alcanzan entre cuatro y cinco metros.
Aunque algunas se han perdido por correntadas o investigaciones, el bosque avanza: ya se observan algas con esporas capaces de reproducirse solas.
El impacto es visible. “A más macroalgas, más pejerrey”, explica el biólogo marino Max Castañeda, quien destaca el retorno del pejerrey y la anchoveta, especies que dependen de estas algas para desovar. También han reaparecido jaibas, lapas y choros.
Además de restaurar la pesca, estos bosques protegen la costa y capturan carbono. Castañeda detalla que un bosque maduro de Macrocystis “puede captar entre 1.5 y 3 toneladas de CO₂ por hectárea al año”. El carbono almacenado en los tejidos y el que llega al fondo marino se convierte en “carbono azul”, clave frente al calentamiento global.
Siempre y esperanza de recuperar la playa de Pucusana
Para sembrar, las plántulas viajan en frascos con agua filtrada y nutrientes, luego son trasladadas al fondo marino con equipos de buceo especializados.
Según Mires, la pradera aún son “parches”, pero hoy mucho más grandes que al inicio. Y lo más importante: la biodiversidad está regresando.
El objetivo final es convertir El Carbón en un modelo replicable. “Aspiramos a consolidar un modelo de restauración costera que integre ciencia, manejo comunitario y monitoreo ecológico”, afirma Castañeda. Si las condiciones se mantienen, El Carbón podría recuperar una pradera estable en pocos meses.
El bosque de abajo vuelve a nacer. Y esta vez, con ciencia y esperanza.









