Por Stakeholders

Lectura de:

Guillermo Ackermann Menacho
Beneficencia de Lima


En la década de los 50 del siglo pasado se comenzó a hablar incipientemente de la Responsabilidad Social Empresarial, como una corriente que le permitiera a las empresas generar algún tipo de impacto mayor en su entorno social.

Pare entender este concepto hay que ir a las raíces del mismo. La responsabilidad es una actitud que el ser humano debe asumir de hacerse cargo de sus actos. Ser responsable está relacionado con el cumplimiento de las obligaciones que le corresponden a uno.

El término social está relacionado con el impacto que los esfuerzos individuales generan en un grupo de personas. Lo social comprende el esfuerzo de interrelacionarse con el otro, buscando que construir un ambiente común al que llamamos comunidad o sociedad.

Cuando hablamos de empresa, nos referimos a una organización que busca generar una actividad comercial a través del ofrecimiento de un producto o servicio. La empresa tiene como fin la generación de un beneficio para quien la promueve. El fin último de una empresa es la generación de riqueza.

Cuando unes estas 3 palabras Responsabilidad Social Empresarial (Corporativa), estamos hablando entonces del conjunto de acciones que una empresa debe realizar para que, a través del recto ejercicio de su actividad empresarial, impacte positivamente en su entorno social, directo e indirecto.

Llama la atención que en la acepción de estos 3 términos el centro siempre está en la persona, por lo que el elemento humano es imprescindible cuando se trata de hablar de la RSE.

La RSE está entonces relacionada con el impacto que vamos a generar en las personas, no como un mero asistencialismo, sino como una herramienta para mejorar la sociedad (grupo de personas). Hoy en día es imposible hablar de una actividad empresarial sino tomamos en cuenta esta dimensión social que debe apuntar a la sostenibilidad en el tiempo del negocio.

La sostenibilidad busca encontrar el equilibrio entre el impacto que las acciones que hoy tomamos y su proyección a largo plazo. Entonces ser una empresa autosostenible está relacionado con su futuro y su vida.

Es interesante analizar cada una de estas palabras, porque pareciera que hay una simplicidad y lógica, casi básica, en sí mismas. La suma de estos conceptos sería la clave para reconciliar la actividad empresarial, con la percepción que la gente tiene de ella.

Desde mi perspectiva, la satanización política que se le ha dado a la actividad empresarial, tiene como finalidad esconder la incapacidad e ineficiencia del Estado. Culpar a la empresa de todos los males es perverso. El Estado no genera riqueza, es la empresa, por lo tanto su focalización debiera estar en la promoción e impulso de la misma.

También es claro que, históricamente, ha habido un exceso y hasta abuso de muchas empresas que no han generado este impacto social positivo en sus entornos. Y cuando escribimos entornos nos referimos al directo, por ejemplo, a una comunidad que está en los alrededores de nuestra actividad principal, pero también a un servicio o producto que llegará masivamente a millones.

Hoy no podemos hablar de empresa sin afirmar que debe tener una Responsabilidad Social que apunte a la sostenibilidad. Me permito aportar que los dos ejes centrales de inversión social en nuestro país son la educación y la salud. Infraestructura y calidad del servicio.

Si trabajamos todos juntos en este objetivo, se generará empleo y se distribuirá la riqueza de una manera más equitativa. Ganamos todos.







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