Gabriel Herrera
Coordinador de Comunicaciones de Nature Services Perú
La naturaleza es la mejor y más eficiente compañía de reciclaje del mundo. Y, de lejos, la que más ganancias obtiene con su labor. De niños, en las aulas, se nos ha repetido sin cesar el viejo lema “la naturaleza es sabia”. Y lo es. Pero más que eso, es perfecta. Nada en ella está demás, todo cumple una función que ha sido sincronizada por el paciente e invisible reloj de la evolución.
Cierre los ojos y trasládese en su imaginación a la interminable llanura amazónica. Cerca a uno de sus serpenteantes ríos de color chocolate encontrará una enorme lupuna, que durante cientos de años ha logrado erigirse a más de sesenta metros de altura. Su copa en forma de sombrilla desecha a diario cientos o miles de hojas que caen al suelo del bosque formando un colchón a su alrededor. Ahora piense en los millones de árboles que hacen lo mismo a cada segundo en toda la selva. Uno pensaría que esas hojas son un estorbo, pues todo lo contrario. La tierra fértil de la Amazonía es una capa delgada que necesita renovarse de forma constante para mantener en pie a la masa vegetal. Esas hojas caen, se pudren y se convierten en nueva tierra que abona y alimenta a los árboles y sirve de cobijo a las nuevas plantas.
Si observamos con cuidado cada proceso ecológico, como el ciclo hídrico, notaremos que la naturaleza está reciclando todo el tiempo. La materia –ya sea en forma de un sabroso pecarí que cae víctima de un jaguar, hasta una delicada hoja que el viento arrastra hasta el piso del bosque– no se destruye, se transforma. Es la ley básica de la vida. Claro, hay grandes diferencias: mientras que a una hoja le toma días volver a la tierra, a una bolsa de plástico le toma cuatro siglos.
Bien dice el notable naturalista y escritor español Joaquín Araújo que reciclar es como “imitar a la naturaleza, sin costes y aportando muchos beneficios. Como agricultor ecológico defiendo el circuito cerrado de la naturaleza y del conjunto del planeta, porque todos somos fruto del aprovechamiento de recursos anteriores”.
Miremos atentamente a la Madre Tierra, ella siempre tiene las respuestas. Es ahora el momento de comprometernos con su conservación. Es tiempo de regenerar y compensar todo lo que ella ha hecho por nosotros como especie. Reciclar, si bien es una parte importante del proceso, es solo una pata de la mesa. Reducir nuestro consumo de nuevos productos y darles nueva vida a lo que ya utilizamos es también importante. Junto a esta tarea, la regeneración y restauración de ecosistemas perdidos –y de los servicios que estos proveen– ayudarán a generar un mejor equilibrio entre lo que necesitamos para producir y lo que la tierra nos puede dar.
Un aspecto final: La naturaleza nunca consume demás. No gasta más agua, no crea más árboles de los que puede alimentar. No engendra animales nuevos si no les puede dar un nicho donde prosperar. Hagamos lo mismo al consumir. No compremos o produzcamos objetos que no necesitamos, pues es nuestra voracidad por consumir la que finalmente nos ha puesto entre la espada y la pared.