
La Iglesia Católica acaba de hacer historia con la elección de Robert Francis Prevost Martínez como Papa León XIV, el pontífice número 276 y el primero de nacionalidad estadounidense en ocupar la silla de Pedro. Sin embargo, su historia va mucho más allá de Chicago, la ciudad que lo vio nacer hace 69 años. Prevost también tiene nacionalidad peruana y una trayectoria pastoral profundamente ligada al país andino, donde ha vivido, servido y enseñado por más de tres décadas.
El nuevo Papa no solo es el primer estadounidense y primer agustino en llegar al pontificado, sino que representa un punto de inflexión para la Iglesia en América Latina, donde sus raíces están bien plantadas. Ingresó a la Orden de San Agustín en 1977, hizo sus votos solemnes en 1981 y fue ordenado sacerdote en 1982. Llegó al Perú en 1985 como misionero agustino en Chulucanas, región Piura, y desde entonces mantuvo un compromiso activo con las comunidades más necesitadas.
Fue prior en Trujillo, maestro de formación, vicario judicial y profesor de derecho canónico, además de administrador apostólico y luego obispo de Chiclayo, cargo que ocupó hasta 2023. Su labor en la Conferencia Episcopal Peruana, su liderazgo en temas de formación y su visión cercana a los más vulnerables lo posicionaron como una de las figuras clave del clero latinoamericano.
Un Papa con alma peruana
Prevost no solo recibió la nacionalidad peruana durante su ministerio episcopal, sino que también asimiló la realidad del país desde el corazón pastoral. Conocedor de los desafíos sociales, políticos y económicos que enfrenta el Perú, impulsó programas de formación de clero, trabajó con comunidades rurales y fue una voz activa en la defensa de los derechos humanos. En 2023, fue designado por el Papa Francisco como prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, asumiendo un rol clave en la conducción de la Iglesia global.
Su cercanía con Francisco ha sido notable. Compartieron una visión común sobre la Iglesia sinodal, el compromiso con los pobres, la justicia social y el cuidado del medio ambiente. En entrevistas pasadas, Prevost recordó el primer viaje apostólico de Francisco a Lampedusa como un símbolo de compasión hacia los migrantes. También se ha manifestado a favor de una Iglesia que camine con los más desfavorecidos y que actúe decididamente frente al cambio climático.

Trayectoria académica y eclesial
Robert Prevost posee una formación sólida: licenciado en Matemáticas por la Universidad de Villanova, máster en Divinidad por la Catholic Theological Union de Chicago y doctor en Derecho Canónico por la Universidad de Santo Tomás de Aquino en Roma. Su tesis abordó el papel del prior local dentro de la orden agustiniana, un tema que revela su interés por las estructuras de autoridad cercanas y horizontales.
Durante su paso por Roma, también fue miembro de siete dicasterios vaticanos, incluido el de la Congregación para el Clero. Su nombre empezó a sonar con fuerza entre los cardenales del ala moderada como un potencial sucesor de Francisco, especialmente por su capacidad conciliadora, su experiencia intercontinental y su mirada pastoral desde el Sur Global.

Luces y sombras
Su elección, sin embargo, no ha estado exenta de controversia. Durante su episcopado en Chiclayo, fue vinculado por una organización civil a una supuesta omisión ante denuncias de abuso sexual. La diócesis negó estas acusaciones, y voces como la del periodista Pedro Salinas, quien investigó abusos en el Sodalicio, calificaron las imputaciones contra Prevost como “absolutamente falsas”. Este antecedente no ha empañado su imagen dentro del Vaticano, donde fue promovido por el propio Francisco a cargos de alta responsabilidad.
Desafíos del pontificado
Como Papa León XIV, Prevost asume un pontificado cargado de retos: la secularización creciente en Europa, la migración masiva, el descrédito de la Iglesia frente a los escándalos de abusos, el cambio climático y el auge de los fundamentalismos. Su experiencia con comunidades del norte peruano, su sensibilidad pastoral y su capacidad de diálogo lo perfilan como un papa reformista, aunque conservador en puntos como el celibato o la ordenación de mujeres, temas sobre los cuales ha señalado que “clericalizar a las mujeres no necesariamente soluciona un problema”.
En medio del simbolismo, la elección de un Papa con ciudadanía peruana y experiencia misionera en el país marca un momento singular en la historia de la Iglesia. No solo representa un acercamiento a América Latina, sino también una revalorización del rol de las periferias y del Sur Global en la construcción del catolicismo del siglo XXI.
Papa León XIV no es solo el nuevo líder de los católicos. Es también, en parte, peruano. Y eso es motivo de esperanza para un país que busca referentes éticos, cercanos y comprometidos con los más olvidados.