Las reglas del juego están cambiando para los productores textiles, y tanto la UE como España se han propuesto que este sector deje de seguir pasando casi desapercibido como uno de los grandes contaminadores.

Mujeres de San Juan de Lurigancho han emprendido mediante la moda sostenible.

Por Stakeholders

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Diariamente compramos prendas de ropa de escasa calidad que usamos en pocas ocasiones y luego tiramos. La UE y España están tratando de poner freno a una industria que es excesivamente contaminante. Reciclar las prendas no vendidas, separar los residuos textiles en la basura acompañan a las nuevas leyes y estrategias.

Según los especialistas, la moda rápida pasará de moda. Las reglas del juego están cambiando para los productores textiles, y tanto la UE como España se han propuesto que este sector deje de seguir pasando casi desapercibido como uno de los grandes contaminadores.

Cada vez tendemos más a usar la misma ropa una sola temporada y cambiamos casi completamente nuestro armario de un año para otro. El sector textil es el cuarto mayor emisor de gases de efecto invernadero, después de los alimentos, la vivienda y el transporte.  

Por si esos datos fueran pocos para concienciarnos sobre el alcance contaminante de este sector, hay más: casi tres cuartas partes de la ropa y los textiles para el hogar que se consumen en la UE se importan de otros lugares.

Una investigación de la Unión de la Conservación de la Naturaleza (IUCN) estimaba que el 33 % de los microplásticos —pequeños trozos de plástico que no se descomponen en el océano— proceden del lavado de textiles sintéticos como el poliéster.

La razón de que su impacto sea tan grande se debe a varios factores: su cadena de suministro es larga y compleja, empieza en la agricultura (fibras vegetales) y la fabricación petroquímica (fibras sintéticas), sigue por la manufactura para, pasando por la logística, terminar en la venta al por menor. La huella que deja es demasiado alargada.

El precio ambiental de la moda rápida es completamente insostenible. Según los datos publicados en 2020 por la revista Nature Reviews Earth & Environment, la industria de la moda produce anualmente entre 4.000 y 5.000 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO₂), lo que representa entre el 8 % y el 10 % de las emisiones globales de este gas. Su consumo de agua es uno de los más importantes, con casi 8 millones de metros cúbicos anuales. 

Las marcas de la calle, además, nos deslumbran con grandes cantidades de ropa barata que no está diseñada para durar mucho tiempo, pero no pagan por las montañas de residuos que se vierten.

Con el auge de la moda rápida, en 15 años se ha duplicado la producción textil en el mundo. De mantener este ritmo de crecimiento, en 2030 la industria textil habrá aumentado su consumo de agua, las emisiones de CO2 y la generación de residuos entre un 50% y un 63%.

Debido al alto nivel de contaminación que genera nuestra ropa, el Gobierno de España ha decidido incluir en la Ley de Residuos una nueva normativa que acaba de entrar en vigor y que obligará al reciclaje de los productos no vendidos en tienda, así como a evitar la posibilidad de mezclar materiales en exceso o llenarlos de abalorios en su fabricación.

El principal objetivo de esta ley es lograr crear un sistema de depósito, devolución y retorno de estos artículos de moda. Además, se establece un calendario de implantación de nuevas recogidas separadas en los domicilios, incluyendo los residuos textiles para entidades locales con más de 5.000 habitantes, y a partir de 2024 para el resto de municipios.







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