Por Stakeholders

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Consumir es algo más que solo comprar productos, ya que también puede constituir una herramienta para el cambio social, y es que como ciudadanos contamos con un mecanismo…

Consumir es algo más que solo comprar productos, ya que también puede constituir una herramienta para el cambio social, y es que como ciudadanos contamos con un mecanismo de participación, que es aquel acto que realizamos voluntaria o involuntariamente en cada momento de nuestras vidas, desde que nos despertamos, tomamos desayuno, nos movilizamos a nuestro trabajo o estudio, o incluso cuando vamos a dormir. Todos estos actos pertenecen a nuestro propio consumo. 
Por ejemplo, cuando preferimos a una empresa en lugar de otra, sea por su precio, por la calidad de sus productos, o mejor aun por su comportamiento responsable con sus clientes, trabajadores o el medio ambiente, estamos dando un mensaje de aprobación o descalificación, que le dice a la compañía “mejora tu manera de actuar” o “confío en ti”, todo lo cual tiene su soporte en el derecho de elección ciudadano en el mercado.

Los consumidores tenemos un gran poder, si nos organizamos, imaginemos si todos decidimos no comprar un producto de una empresa por su mal comportamiento con sus clientes o el medio ambiente. En realidad, esta compañía va a tener de cambiar
y decidir solucionar esta situación. Nuestro consumo nos permite muchas oportunidades para comenzar a actuar, pero para ello es importante que nos detengamos a reflexionar de algunas situaciones que se han vuelto cotidianas, como cuando simplemente
salimos a caminar, a veces parece que necesariamente “debemos” comprar algo, y consentimos en propiciar un viajecito a las tiendas por departamento o al market.

La especialista española Adela Cortina señala que lo que hoy preocupa no es la existencia de una sociedad de consumo -en que las personas consumen-, porque esa es una característica social, sino lo que ha dado en llamarse “sociedad consumista” porque
en ella el consumo es la dinámica central de la vida social, y muy especialmente el consumo de mercancías no necesarias para la supervivencia.

Sería interesante un ejercicio, donde luego de descansar racionalmente, vamos a un centro de muchos establecimientos comerciales, y atrevernos a ver todo lo que no necesitamos, y entonces valorar aspectos que hoy a veces se ven como perdidos, como lo es el conversar y enterarnos de los sentimientos de nuestros familiares, de nuestros padres, amigos, hermanos o esposa. Incluso podemos abrir los ojos para ver cerca de nosotros la sonrisa de nuestra hija, la mirada de nuestra mamá, a nuestro padre ver el fútbol o el gozo de ver a nuestra esposa sonriente y a nuestro lado diciéndonos “te amo” con el lenguaje
de su mirar, hablando sin hablar, cantando sin entonar melodía.

Estas son cosas importantes, que a veces se nos pretende persuadir de que “no son tan relevantes en realidad”, en comparación a dar bonitos regalos para suplir -por tiempo a veces- la dicha de saber lo que sucedió hoy en el colegio de nuestro pequeño. Y es que en realidad no deberíamos perder de vista que -por ejemplo- saborear la taza de café que nuestro tío nos prepara
como bienvenida, es un regalo que Dios nos da para que podamos disfrutar ello, cada momento de la vida es corto para saborear todo lo que sucede con nuestros seres queridos y a nuestro alrededor.

Sin embargo, ante los impactos del consumismo tenemos la oportunidad de no quedarnos con los brazos cruzados, y organizarnos para incidir en las soluciones de esta problemática que a veces sobre influye en la tranquilidad familiar y general de nuestra población. En realidad los consumidores, o sea todos nosotros, tenemos potencialidades enormes, cuando nos organizamos, es por ello que podemos incidir en el comportamiento de las empresas en el mercado basándonos en nuestro poder de consumo.

Es importante compartir con ustedes, que estos derechos, son a la vez deberes, démosle el “regalo” de nuestro reclamo a los proveedores de productos o servicios, un reclamo es algo positivo, permitámosle saber en que están mal para que puedan mejorar su comportamiento, a la vez que prevenimos injusticias con otros consumidores, y es que este deber de consumidores, es una herramienta para dar un mensaje de cambio y mejor calidad de vida para el bien de la sociedad y del mercado.







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