Por Stakeholders

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Por: Eduardo Matute

*Ex Superintendente Nacional de Cooperativas

Las normas bancarias internacionales y que se están aplicando en una centena de países, conocidas como las normas de Basilea, están ejerciendo una fuerte presión en la banca de pequeño tamaño, que tiene que enfrentar altos costos por la regulación exigida.

En Costa Rica, adicionalmente la oficina supervisora bancaria enfrenta el reto de transparencia que deben tener las economías que aspiran a ser consideradas como destino de inversiones. En consecuencia, la regulación bancaria, es considerada por muchos, como excesiva. Esta supervisión está siendo llevada también a las pequeñas cooperativas de ahorro y crédito, amenazando en muchos casos la supervivencia de éstas. En Costa Rica existen 84 cooperativas financieras, de las cuales 30 son consideradas por la SUGEF, con características suficientes para afrontar los requerimientos de las normas de Basilea. Las otras cooperativas se han alejado de las normas financieras excluyentes, ya que poseen actividades diversas, con las cuales han colaborado en la mejora de la calidad de vida de sus asociados. Al mismo tiempo, su tamaño, en activos y en número de clientes/asociados, es considerado por los fiscalizadores como muy costoso para la supervisión y control.

Para el organismo fiscalizador, el resto de las cooperativas debe fusionarse con alguna de las grandes, o liquidarse. Pero no contaban con el espíritu cooperativo que durante décadas ha sostenido a estas pequeñas unidades: Reacias a considerarse inmersas en organizaciones cuyo desarrollo ha minimizado el valor del asociado y desligadas del acontecer local, las cooperativas han iniciado un camino no esperado por los supervisores, su transformación en cooperativas de servicios múltiples, camino ya experimentado por las cooperativas venezolanas en los años 90.

Estas cooperativas costarricenses han optado por sacrificar la captación pública de ahorros, con lo cual no son entes supervisados por la autoridad financiera, y ofrecer a su membresía servicios de crédito, amén de los otros servicios que ya han estado desarrollando. Su transformación es un trabajo de filigrana. A diferencia de las cooperativas venezolanas, que para su época contaron con una reforma de la ley de cooperativas que les permitió transitar el camino de una forma expedita, en Costa Rica, hay que trabajar con dos organismos fiscalizadores, devolver los ahorros a sus asociados y presentar auditorías al inicio y finalización del proceso, además de cumplir las formalidades propias de esta transición.

De este camino, quedan enseñanzas y retos. Es posible construir empresas con un valor agregado de solidaridad y anclaje en los espacios locales aun en circunstancias adversas, debiendo contar con liderazgos que amplíen la visión de los asociados.

Los costarricenses lo están transitando con éxito.







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