Por: Rosalía Gutiérrez Macalupú
CEO & Process Manager de Independiente DAS
Ya es una realidad, las maravillosas tecnologías constructivas y tendencias del diseño urbano que veíamos en Europa hasta hace unos años, y que parecían encontrarse muy lejanas, ya son parte de nuestro día a día. El poder ejecutar una construcción sostenible hoy en el Perú es absolutamente factible, temas como el ahorro energético, uso de paneles solares, reúso de aguas, orientación adecuada y aprovechamiento de los recursos naturales, ya son el nuevo estándar constructivo de toda Latinoamérica y el mundo.
Sin embargo, existe un gran reto que afrontar: la ciudad. La mayor parte de edificaciones sostenibles que busca una certificación, debe considerar dentro de su calificación al entorno, (esto se refiere a la conectividad, cercanía de servicios e infraestructura), pues la importancia de lo que rodea al edificio, es primordial en el desarrollo y uso del mismo, llegando a multiplicar exponencialmente su efectividad para la reducción de su huella de carbono y ahorro energético. Es por ello, que la ciudad juega un papel protagónico en la construcción sostenible, más allá de las certificaciones, para el habitante mismo.
En el Perú, la mayor parte de la trama urbana ha sido desarrollada bajo parámetros tradicionales, o se ha ido adecuando según el crecimiento de la población, debe ser entonces la gran meta de nuestro país a nivel urbano, desarrollar una cultura del diseño sostenible, en base al punto 11 de los “Objetivos del Desarrollo Sostenible” planteados por el Programa de las Naciones Unidas en el 2015, que se refiere exclusivamente a “Ciudades y comunidades sostenibles”.
Con este fin, es necesario promover la educación en esta materia desde temprana edad en los colegios, involucrar a la población en las actividades de preservación de nuestro medio y contribuir con el conocimiento profesional para dar a conocer a los ciudadanos el correcto diseño de una ciudad. Es nuestra labor como especialistas, promover la importancia de la arborización y espacios públicos, la prioridad que debe tener el peatón en las calles, el uso e importancia de las ciclovías, la cultura del transporte público y la reducción de autos particulares, el adecuado equipamiento de servicios y la descentralización de la infraestructura pública, entre otros.
Es así, como nuestras futuras generaciones lograrán establecer estándares mucho mejores para elección de autoridades y planes de desarrollo, además de formarse como ciudadanos óptimos, involucrados en la preservación de nuestro hábitat, para dejar de pensar en los edificios como entes aislados, y comenzar a concebir a la ciudad como un todo, como un espacio vivo al que pertenecemos y que nos pertenece, que nos cuida y al que debemos cuidar, en armonía no sólo con el entorno, sino con todos los que la habitan, buscando siempre la preservación de nuestro planeta.