
En el aeropuerto, en los puertos marítimos, en las fronteras terrestres. Ahí, donde ingresa el comercio global, también entran amenazas invisibles para la biodiversidad peruana. No hablamos de plagas ni enfermedades, sino de semillas. Pequeñas, modificadas genéticamente, pero con el potencial de alterar ecosistemas enteros.
Frente a este riesgo, el Estado ha decidido afinar su puntería. El Ministerio del Ambiente (Minam) acaba de aprobar un nuevo paquete de herramientas para detectar a tiempo el ingreso de organismos vivos modificados (OVM), más conocidos como transgénicos, en puntos estratégicos del país.
No se trata solo de renovar documentos. Es una actualización técnica de fondo que refuerza un compromiso legal: en el Perú, la siembra y comercialización de transgénicos está prohibida hasta el año 2035. Pero para hacer cumplir esa moratoria, se necesita algo más que leyes: se necesita vigilancia efectiva.
Un país que protege lo que tiene
Perú es uno de los países con mayor diversidad genética del planeta. Desde el maíz morado hasta la papa nativa, pasando por cientos de especies vegetales y animales que solo existen en nuestro territorio. Esa riqueza, sin embargo, es frágil. Y los transgénicos, al introducir material genético ajeno, pueden alterarla de manera irreversible.
Con la Resolución Ministerial N.º 00089-2025-MINAM, publicada el 5 de abril, el Minam ha dado un paso técnico clave: actualizar 12 guías que orientan las acciones de vigilancia, muestreo y análisis en puntos de ingreso al país.
David Castro, director de Recursos Genéticos y Bioseguridad del Minam, lo resume así: “Con esta medida, reafirmamos nuestro compromiso con la conservación de los agroecosistemas, estableciendo un sistema robusto de control”.
La evolución de las guías: precisión y especificidad
¿Qué hay de nuevo en esta actualización? Para empezar, se han creado guías específicas por especie: maíz, soya, algodón, alfalfa, canola y peces ornamentales. Cada una con sus propios criterios de muestreo, protocolos y análisis, adaptados a su biología y origen.
Además, se han afinado los procedimientos: el porcentaje de envases a revisar en el muestreo de semillas, por ejemplo, se ha ajustado para alinearse con las normas fitosanitarias del SENASA. Esto no solo mejora la eficacia, sino que reduce duplicidades entre instituciones.
Otra innovación importante es la asignación de códigos únicos a cada guía, lo que facilitará futuras actualizaciones y permitirá un mejor control documental. Las guías cubren todo el proceso: desde la inspección inicial hasta la interpretación de resultados.
Una tarea compartida
La actualización no se hizo en solitario. Fue resultado de una coordinación interinstitucional en la que participaron entidades clave como SENASA, SANIPES, INIA, OEFA y SUNAT. También incluyó una consulta pública, para asegurar que las nuevas medidas respondan a la realidad del país.
El objetivo no es solo evitar que una semilla modificada entre al país sin control. Es también evitar que esa semilla llegue a un campo, crezca sin supervisión, y afecte cultivos nativos o la salud de los suelos. Es evitar que lo que hoy es una riqueza genética única, mañana sea irreversiblemente alterada.
Controlar lo invisible, proteger lo esencial
En un mundo donde los avances biotecnológicos se mueven más rápido que las leyes, el Perú está dejando claro que no bajará la guardia. Estas nuevas guías no son solo herramientas técnicas: son una forma concreta de ejercer soberanía sobre la biodiversidad.
Las guías ya están disponibles para su implementación progresiva en los puntos de ingreso al país. El Minam ha hecho un llamado a instituciones, operadores logísticos y ciudadanía a familiarizarse con ellas y sumarse al esfuerzo.
Porque proteger la biodiversidad no es tarea exclusiva del Estado: es una causa nacional. Y empieza en los detalles. Incluso en una semilla que no debería cruzar la frontera.