
En un mundo donde el aire limpio escasea y los bosques desaparecen, Perú está ensayando una idea poderosa: que proteger la naturaleza no sea solo un acto de buena voluntad, sino también un negocio justo. Uno que pague por conservar, que premie a quienes cuidan los ecosistemas y que, sobre todo, no deje fuera a las comunidades que han vivido siempre de la tierra.
La idea no es ciencia ficción. Se llama mercado voluntario de carbono, y Perú está tomando posición para convertirse en un actor clave en esta nueva economía verde que se abre paso a nivel global.
¿Qué significa ponerle precio al carbono?
Cada vez que una empresa contamina —por producir cemento, por transportar mercancía, por generar energía— emite gases de efecto invernadero. Reducir esas emisiones cuesta, y no todas pueden hacerlo al mismo ritmo. Es ahí donde aparece el mercado de carbono: un mecanismo que permite a esas compañías compensar parte de su impacto financiando proyectos que capturen o eviten emisiones, como proteger un bosque, restaurar una laguna o instalar paneles solares.
La lógica es simple: lo que tú no puedes reducir, lo apoyo yo con mi proyecto. Y por cada tonelada de carbono que se evita, se genera un “crédito” que puede ser vendido en el mercado. No es solo una transacción económica: es una nueva forma de entender la responsabilidad climática.
Perú quiere entrar con fuerza, pero con reglas claras
A inicios de abril, más de 150 personas se reunieron en Lima para hablar de este tema. No era una cumbre internacional ni una mesa técnica. Fue, más bien, el primer intento serio del país por sentar a todos los actores —gobierno, empresas, ONGs, agencias internacionales y sociedad civil— y discutir cómo debería funcionar este nuevo mercado en territorio peruano.
La reunión, impulsada por el Ministerio del Ambiente, se llamó “ABC del Mercado Voluntario de Carbono”. Y el nombre no fue casual: en Perú, aún se está en el punto de partida. No hay una ley que lo regule, no hay estándares nacionales definidos, pero sí hay algo fundamental: voluntad de construirlo bien.
“Tenemos todo para liderar en la región, pero debemos hacerlo con integridad y transparencia”, dijo Raquel Soto, viceministra de Desarrollo Estratégico de los Recursos Naturales, durante la inauguración.
Del discurso climático a la acción concreta
El evento sirvió para algo más que escuchar exposiciones. Permitió que surjan preguntas urgentes: ¿cómo garantizar que las comunidades amazónicas reciban beneficios reales por conservar los bosques? ¿cómo evitar proyectos mal hechos que dañen más de lo que ayudan? ¿cómo generar confianza en un mercado aún poco conocido por el ciudadano común?
Las respuestas no están cerradas, pero sí hay un camino claro: construir un mercado de carbono que sea útil para el planeta, rentable para los inversores y justo para los territorios.
Ana Carolina Avzaradel, experta internacional de la Iniciativa por la Integridad de los Mercados de Carbono (VCMI), lo resumió así: “Perú puede ser un faro para América Latina si hace las cosas bien desde el inicio. Es una oportunidad única”.
Bosques que respiran, comunidades que ganan
El verdadero potencial del mercado de carbono no está en las cifras, sino en los rostros. En los líderes indígenas que cuidan su territorio sin recibir nada a cambio. En los agricultores que podrían dejar de deforestar si existiera una alternativa digna. En los jóvenes que podrían encontrar en la conservación un trabajo, y no solo una causa.
Por eso, este proceso no se trata solo de atraer financiamiento climático. Se trata de rediseñar la forma en que entendemos el desarrollo. Se trata de que un árbol en pie tenga más valor que uno talado. De que el aire limpio, el agua pura y la biodiversidad no sean recursos invisibles, sino activos que pueden generar bienestar.
Una nueva economía se asoma
Este impulso forma parte del proyecto “Opciones para fortalecer el mercado voluntario de carbono en Perú”, donde el Minam trabaja junto a aliados como el PNUD, Climate Focus, Libélula y VCMI. Todos con un mismo objetivo: evitar que este mercado se convierta en una bolsa más y lograr que sea un motor real de transformación.
Perú está en la antesala de algo grande. Pero el éxito dependerá de su capacidad para escribir sus propias reglas. Con mirada larga. Con enfoque humano. Y con el compromiso de no dejar a nadie fuera de esta nueva economía que empieza a respirar.