Por: Dr. Gonzalo Castro de la Mata Valdivia
Presidente del Panel de Inspección, Banco Mundial, Washington, DC.
¿Quién podrá decir las cosas grandes y diferentes que en él son, las sierras altísimas y valles profundos por donde se fue descubriendo y conquistando, los ríos tantos y tan grandes, de tan crecida hondura; tanta variedad de provincias como en él hay, con tan diferentes calidades; las diferencias de pueblos y gentes con diversas costumbres, ritos y ceremonias extrañas; tantas aves y animales, árboles y peces tan diferentes y ignotos?
La insólita y asombrosa descripción del Perú en 1553 por Pedro Cieza de León, nuestro primer historiador, muestra la fascinación que desde muy temprano despertó en los colonizadores europeos la riqueza biológica de nuestro país. Si hay algo que define al Perú es su diversidad paisajística, a su vez el principal cimiento de nuestra riqueza biológica y cultural.
¿Por qué entonces un país tan rico en recursos naturales no ha creado una sociedad más próspera? ¿Por qué persiste pobreza en este país de leyenda, con el mar más rico del mundo, delfines rosados, peces que se alimentan de frutas, y formidables reservas de minerales? Veinte años antes que el General San Martin proclame la independencia, Humboldt ya nos había descrito como a un mendigo sentado en un banco de oro. Nuestra diversidad biológica es fabulosa. Mientras en extensión el Perú ocupa el puesto 20 del mundo, en biodiversidad estamos entre los 5 primeros, y muchos científicos nos consideran el número 1.
Pero la historia nos enseña que no hemos sabido usar estos recursos en forma inteligente. El colapso del guano, del salitre, del caucho y de la anchoveta en los años setenta son solo algunos ejemplos, y después de doscientos años de independencia aun no logramos encontrar una relación armoniosa entre nuestro país y su medio ambiente. Seguimos presos de los ciclos de apogeo y colapso en donde las vacas gordas son seguidas por vacas muy flacas. ¿Cómo mejorar entonces la relación entre la economía y el territorio y sacar más provecho a sus ventajas comparativas? El nuevo milenio nos trae la tercera revolución industrial, que sumada a la globalización crea una nueva sociedad mundial dependiente de la ingeniería genética, las comunicaciones instantáneas, la eco-eficiencia, la bioingeniería médica, el respecto por el medio ambiente, y el simultáneo interés en productos naturales, condiciones claramente ventajosas para el Perú.
El eje central de esta visión debe evitar el uso irracional de los recursos, o lo que es lo mismo, basarse en el manejo sostenible del medio ambiente, ya no solo por razones proteccionistas, sino sobre todo por razones de eficiencia económica. El ambiente deteriorado tiene consecuencias funestas en la sociedad a todo nivel: la contaminación del agua, del aire, la deforestación, la pérdida de especies, la basura y la suciedad, el ruido, y la contaminación visual del paisaje son agresiones permanentes y agregan estrés innecesario a la vida diaria, además de representar un costo económico significativo pero muchas veces invisible para la sociedad en su conjunto.
El manejo ambiental correcto, por otro lado, no solo se basa en evitar el daño. Más importante aún es aprender a construir sobre las ventajas ecológicas que nos brinda la geografía, y sobre las cuales se puede desarrollar una economía moderna, competitiva, y global. Ya hemos avanzado con la gastronomía, en donde nuestros Chefs usan el término “biodiversidad” a diario. También hemos avanzado con el ecoturismo. Pero recién estamos rascando la superficie de todo lo que podemos hacer, incluyendo el manejo sustentable de nuestros bosques, el desarrollo de industrias farmacéuticas y de ingeniería genética, el desarrollo de bonos de carbono, la modernización de nuestras pesquerías, y la inversión responsable en las industrias extractivas, entre otras oportunidades para el empresario privado.
La única diferencia entre un optimista y un pesimista es que el optimista piensa que vivimos en el mejor mundo posible; el pesimista, por otro lado, teme que el optimista tenga razón. De cara al bicentenario, nuestra biodiversidad nos da razones más que suficientes para ser optimistas y crear un país más justo y más próspero. Llegó la hora de la biodiversidad.