Por Stakeholders

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El 2020 fue, de largo, el mejor año de la historia para la industria eólica mundial, que añadió 93GW de capacidad instalada (+53% interanual), hasta un total de 743GW. La tendencia a la baja entre 2016 y 2018 ya se había roto en 2019, cuando la potencia instalada de este tipo de tecnología de generación volvió a repuntar, pero la subida de este año no tiene parangón en toda la serie histórica, según se desprende del informe anual del Global Wind Energy Council (una suerte de patronal del sector).

Su buen comportamiento responde tanto al desplome en el coste de generación de la energía eólica y de la solar fotovoltaica (y del resto de tecnologías de nicho) como a la necesidad de los países de lograr un mix más verde para cumplir con los objetivos de emisiones de los próximos años.

En el caso de la eólica, el tirón de las instalaciones en tierra fue clave en el buen comportamiento registrado en 2020: la recesión global no impidió que fuese el mejor año de la historia. Mientras, para las marítimas (offshore, de enorme potencial —han duplicado su fuerza en los últimos años—, pero cuyo peso en el reparto sectorial sigue siendo minoritario) fue el segundo más prolífico en nuevas turbinas instaladas. Por países, China sumó más de la mitad de las adiciones de parques eólicos en el mundo —tanto en tierra como flotantes— y, con EE UU, sumó más de las tres cuartas partes de la nueva capacidad instalada global.

 

España, quinto país del mundo

 

En términos acumulados, España es el quinto país del mundo por capacidad eólica instalada tras China, EE UU, Alemania e India. Por regiones, Asia-Pacífico lidera la tabla con casi la mitad de los molinos en funcionamiento seguida a gran distancia por Europa (30%) y América del Norte (18%). El GWEC prevé que, en el próximo lustro, “la mayor parte del crecimiento” de esta tecnología provendrá del continente asiático, siempre con China a la cabeza.

Los 743GW que había instalados a cierre de 2020 permiten, según las cifras de la industria, evitar unas emisiones de 1,1 millones de toneladas de CO₂, el equivalente a lo que emite cada año toda la región de América del Sur. Con todo, la patronal subraya que el ritmo actual de crecimiento tendrá que duplicarse a corto plazo para que el mundo evite el peor escenario del cambio climático, aquel en el que el aumento de la temperatura media global rebasaría los 2º centígrados respecto a los niveles previos a la industrialización: los 93GW añadidos en un año récord como el pasado tendrían que pasar a ser 180GW en 2025. Para lograr el objetivo de cero emisiones netas de gases de efecto invernadero en 2050, los volúmenes actuales tendrían que triplicarse hasta los 280GW anuales.

Un reto de gran magnitud para el que llaman a los Gobiernos a redoblar sus inversiones en redes eléctricas, eliminar burocracia y reformar el mercado energético para asegurarse de que se internalizan los costes sociales de los combustibles fósiles. Y para el que se abre —en el informe presentado este viernes— a la colaboración con las grandes petroleras y gasistas, que en lo últimos años han redoblado su apuesta por esta tecnología ante el agotamiento de su modelo de negocio tradicional; y a su asumir una participación destacada en el desarrollo del hidrógeno verde, uno de los vectores incipientes con mayor futuro en el campo de la energía.







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