Se trata del gato andino (Leopardus jacobita), uno de los más amenazados y menos conocidos del planeta, que habita en las regiones frías y áridas de los altos Andes de Perú, Bolivia, Chile y Argentina. 

Por Stakeholders

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Sudamérica alberga a un felino tan reservado y esquivo que es conocido como el “fantasma de los Andes”. Se trata del gato andino (Leopardus jacobita), uno de los más amenazados y menos conocidos del planeta, que habita en las regiones frías y áridas de los altos Andes de Perú, Bolivia, Chile y Argentina. 

Muy pocos investigadores lo han visto cara a cara; sin embargo, lo estudian con fervor para protegerlo de las amenazas que año tras año lo arrinconan al abismo de la extinción. Mauro Lucherini, biólogo e investigador del grupo de Ecología Comportamental de Mamíferos de la Universidad Nacional del Sur de Argentina, lo define como “el alma de los Andes”.

Hasta 1999 no se sabía casi nada sobre ellos. “Si no hacíamos nada no sé qué hubiera pasado con el gato andino”, señaló a SINC la bióloga Rocío Palacios, directora ejecutiva de esta red multinacional e interdisciplinaria. 

“Estaba desapareciendo como agua entre las manos, no es una especie fácil con la que trabajar. Es difícil hacer observaciones directas. En este momento, toda la información que se conoce sobre esta especie es gracias a nuestras investigaciones”.

En todo el mundo, hay 33 especies de pequeños felinos silvestres. Entre ellos, el gato de cabeza plana (Prionailurus planiceps) que habita en la península de Malaca y en Sumatra; el gato de Borneo (Catopuma badia); el margay (Leopardus wiedii) en México y partes de Brasil. 

Además de su rareza, comparten ciertos rasgos: son cazadores solitarios y notoriamente difíciles de estudiar. Asimismo, todas estas especies suelen ser socialmente eclipsadas por sus primos, los grandes felinos como el león, el tigre, el jaguar, el puma, el lince y el guepardo.

En el caso del gato andino, se suma otro factor: estudiarlos es como investigar un animal mitológico. Para ello, los científicos de la región se valen de herramientas como ‘cámaras trampa’ que depositan en las altas cumbres, después de camuflarlas y que se disparan ante la presencia de un animal.   

Las cámaras trampa también han permitido saber que gran parte de la actividad del gato andino la desarrolla en horas de la noche. Por lo general, suele dar a luz de dos o tres cachorros dentro de grietas u hoyos de las piedras. 

Como detectives, los investigadores de la alianza buscan señales y huellas en el terreno para deducir los comportamientos de estos gatos. Cada indicio de su presencia es un tesoro inigualable. La bióloga boliviana Lillian Villalba, una de las cofundadoras de la Alianza Gato Andino, logró rastrear sus movimientos todos los días durante casi un mes, hasta que la señal del radiocollar se perdió para siempre.

“A la gente debería importarle no solo el gato andino, sino también cada animal, planta, hongo y elemento de los ecosistemas del planeta. Todos son igualmente importantes, cumplen un rol relevante no solo dentro de su ecosistema sino también para el bienestar humano”, dijo a la revista científica el naturalista Nicolás Lago, coordinador en Chile de la Alianza Gato Andino.

“Nuestro bienestar depende de que podamos vivir en armonía con el medio silvestre que nos rodea y para esto es importante que ayudemos a protegerlo”, finalizó. 







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