Más de 112 millones de prendas de ropa de segunda mano envió la Unión Europea a Kenia durante el 2021. Solo en ese año, el país africano recibió 900 millones de prendas procedentes de todo el mundo, donde más de 56 millones estaban sucias, o dañadas. De estas últimas, 70 mil eran procedentes de España y habían sido fabricadas con materiales sintéticos, según una investigación de Clean Up Kenya (Limpia Kenia) y Wildlight para Changing Markets Foundation.
Los autores del informe llegaron a esta conclusión tras analizar 4.000 prendas de ropa usada halladas en mercados de segunda mano de Kenia, que han comparado con los datos de los registros aduaneros del país.
“Este país recibe un gran volumen de ropa usada e inservible procedente del Reino Unido y la UE. Toneladas de esta vestimenta producida por la industria de la moda rápida terminan cada año en los vertederos de países africanos. Estos residuos están provocando terribles problemas tanto de salud como medioambientales.
“Exportar ropa usada a los países pobres se ha convertido en una forma de escapar de la sobreproducción y de disminuir residuos que deberían ser ilegales”, denuncia Changing Markets Fundation.
De acuerdo con una decisión adoptada en mayo de 2019 por 187 países durante una “Conferencia de las Partes del Convenio de Basilea”, los países más ricos están impedidos de enviar residuos plásticos no reciclables a los países menos ricos.
Un negocio lucrativo
Entre 400 y 1.000 euros es lo que cuesta cada tonelada de ropa usada, ya sea vendida por empresas de reciclaje o por ONG, según revela el informe.
Solo en Kenia, este negocio da trabajo a unos dos millones de personas, entre importadores, intermediarios, vendedores, dueños de almacenes o sastres y zapateros que arreglan las prendas.
Además, la ropa inservible también tiene un valor: esta se puede llegar a vender a unos 0,50 euros el kilo ya que su fabricación a base de fibras plásticas permite usarla como combustible.
Para los investigadores esta situación es muy alarmante debido a los efectos tóxicos de la quema de plásticos en la salud humana y por lo rápido que estas cenizas se depositan en los ríos y llegan a los océanos.
“La solución no es cerrar el comercio de la ropa usada, sino transformarlo, ya que esta industria necesita normas y límites”, expresa George Handing-Rolls, responsable de las campañas de Changing Markets Foundation, que considera que “no se puede permitir que las empresas de reciclaje se escondan tras sus promesas vacías”.