JORGE MELO VEGA CASTRO
Presidente de Responde
Una empresa que aspira a tener presencia en el mercado, sin lugar a dudas, sabe que tiene que hacer un análisis de riesgos. Ese proceso, sea ligero o muy riguroso, resulta indispensable como herramienta para múltiples objetivos: planeamiento, compliance, auditoría, seguros, sostenibilidad, debida diligencia en DDHH, etc.
En ese análisis tradicionalmente los riesgos surgen por razones operativas, regulatorias, financieras, tecnológicas o de mercado y los incorporamos al tablero de control para hacerle seguimiento. Es así que se empiezan a monitorear los riesgos y con ellos se construyen indicadores para diversos objetivos.
En nuestro medio ha sido recién en la última década –recordemos el 2010 la visita a Lima del ex Vicepresidente de Estados Unidos Al Gore, explicándonos sobre el calentamiento global y su película “Una verdad incómoda”- que el sector empresarial empieza a tomar en cuenta los temas ambientales como posibles factores de riesgo. Luego en el 2014, a propósito de la realización de la COP 20 en Perú, es que el tema ambiental reaparece con fuerza, esta vez con compromisos y empiezan a barajarse metas para la reducción de emisiones. Aparece así un grupo de empresas líderes que empiezan a destacar su compromiso ambiental y a generar incidencia respecto a los impactos del cambio climático.
Hoy, a diferencia de una década atrás, la dimensión ambiental ya no es abordada como un compromiso a futuro para dejar a las generaciones venideras un mundo mejor, sino como un riesgo vigente, que tiene altos impactos económicos y muy sensibles a la regulación y a la competencia. Para los ejecutivos de las principales empresas a nivel global, el riesgo ambiental es hoy uno de los más serios para el éxito de sus negocios.
El Sustainability Yearbook 2020 del Dow Jones Sustainability Index, publicación que informa sobre las empresas, sectores y regiones geográficas más sostenibles del mundo según lo determina el Corporate Sustainability Assessment (CSA), resalta que de todas las externalidades medidas y reportadas por las compañías, el 62% impacta en el ámbito medioambiental. La cuantificación económica detrás de ese análisis de riesgos es billonaria y la reacción inmediata de los ejecutivos ha sido la de buscar oportunidades ante ese reto.
Los tradicionales indicadores sobre reducción de emisiones, gestión de residuos o alternativas de fuentes de energía limpias, han cobrado vida y ya no sólo forman parte de la regulación de las industrias, sino que han pasado a ser parte de la dinámica competitiva de muchos sectores, al extremo de liquidar o reinventar a la empresa. Hoy una empresa sostenible requiere dar precisiones sobre las acciones de adaptación frente al cambio climático y respuestas ante la nueva competencia.
Desde lo básico como la leche, la ropa, los alimentos o el transporte, todas las empresas replantean su modo de operar para hacerle frente al cambio climático. La industria automotriz avanza en producir vehículos de bajo consumo, híbridos y eléctricos, que se abastecen de energía de fuentes renovables. Las impresoras 3D empiezan a quitarle mercado a las industrias metálicas y de cemento y lo más cotidiano, el sector textil, empieza su reconversión para disminuir el uso de agua en la fabricación de un jean (requiere de 10,000 a 17,000 litros de agua).
Definitivamente el calentamiento global nos obliga a una nueva competencia y de la mano de la transformación digital, modifica nuestro análisis de riesgos.