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MyPEs peruanas resisten en medio de inflación y pandemia

Por Luis Paucar

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Por Luis Paucar 
lpaucar@stakeholders.com.pe

Este 15 de mayo se celebra el Día Nacional de las micro y pequeñas empresas (MyPEs), un sector importante para la economía peruana y también uno de los más golpeados por la vorágine sanitaria. Solo en 2020, el número de MyPEs se redujo casi la mitad (un 48.8%), según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). La cifra evidencia el impacto de la pandemia en un país sumido en una tormenta política, y cuya caída del PIB generó una recesión que superó en el segundo trimestre de 2021.

El desenvolvimiento de las actividades económicas se sustenta, en gran parte, en las condiciones que enfrentan todas las unidades productivas que componen el tejido empresarial. Las micro y pequeñas empresas (MyPEs), que predominan en el país, constituyen más del 99% de las unidades empresariales en el Perú, crean alrededor del 85% del total de puestos de trabajo y generan aproximadamente el 40% del producto bruto interno (PBI). Sin embargo, han sido uno de los sectores más golpeados por la crisis económica ante la Covid-19.

Según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) publicada en 2020 por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), solo en 2020 se registraron aproximadamente 3.1 millones de MyPEs distribuidas a lo largo del territorio nacional, un 48.8% menos que en 2019. Según expertos, esta disminución drástica revela un mecanismo de transmisión de la crisis hacia los hogares que subsistían con los ingresos generados por estas compañías con menos de 10 trabajadores.

Las MyPEs generaron trabajo a 4.5 millones de peruanos en 2020, un 48.6% menos que en el año anterior, de acuerdo con cifras de la Enaho. Este nivel de empleo representa casi un 26.6% de la población económicamente activa (PEA) en el país. Es decir, casi una de cada cuatro personas que participaron en el mercado laboral trabajaron en una MyPE, una reducción de 21.2 pp en el porcentaje de la PEA debido al cierre masivo de negocios y la baja productividad y demanda.

Pese a la crisis económica, resulta aún más importante analizar la falta de formalización del sector: según registros de la Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria (Sunat), la informalidad ascendió a un 85% (+0.8 pp). Es un panorama que despliega interrogantes con respecto a cuán efectivas pueden ser las políticas de reactivación económica, financiamiento y promoción del emprendimiento en este contexto. 

La focalización es un aspecto clave para su efectividad, pero si no cuenta con los instrumentos de análisis y seguimiento adecuados poco servirá para que las mypes retomen sus operaciones, vean un beneficio efectivo en su formalización e integren cadenas productivas que las lleven a dar un salto en productividad y tamaño. 

En términos del tipo de actividad empresarial, las MyPEs dedicadas a la producción de bienes siguen mostrando un mayor nivel de capacidad formal con relación al resto de rubros, seguidas por las mypes de sectores relacionados con el comercio y los servicios. Según las cifras estandarizadas, hasta 2016, las mypes dedicadas al comercio mostraron un nivel del índice por debajo del promedio nacional, situación que se revirtió al año siguiente. Por su lado, históricamente, las empresas del rubro producción se han encontrado por encima de la media nacional. Lo contrario sucede con las de servicios, que han estado por debajo de dicho umbral a lo largo de los años en un país cuya economía creció 13,31% en 2021, la mayor tasa en un siglo, impulsada por la reactivación de la producción. 

En 2020 una larga cuarentena de 107 días por la pandemia contribuyó a una histórica contracción de 11,12% ese año. Tras varios años de estabilidad, el país cerró el 2021 con un 6,4 % de inflación, la más alta de los últimos 13 años, lastrada por la Covid-19 y la crisis social y política que se desató tras el triunfo electoral del presidente Pedro Castillo.

Para hacer frente a este golpe al sector, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) estableció medidas a través de los programas de Reactiva Perú y el Fondo de Apoyo Empresarial a la micro y pequeña empresa (FAE-Mype). La Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS) flexibilizó el tratamiento de las provisiones que se aplican a los créditos que se otorguen en esos programas. Y en febrero de este año, el Ministerio de la Producción anunció fondos de hasta 35 mil soles, a través de su programa ProInnóvate, para acelerar la reactivación económica. 

Pero, más allá de estas iniciativas, aún quedan medidas urgentes que se deberían implementar en materia laboral, generación de empleo, financiamiento y estabilidad para evitar la quiebra de las empresas, remarca el especialista y microempresario Luis Arce Novoa. Entre esas medidas figuran reimpulsar la actividad económica a través de un marco legal que favorezca la continuidad de los negocios en general y la recuperación de la demanda y el consumo internos, recomponiendo la cadena de pagos en la micro, pequeña, mediana y gran empresa. 

Aún con incertidumbre sobre los impactos reales sobre nuestra economía, esta vorágine también puede ser una gran oportunidad para implementar políticas para que el sector privado se reinvente y mitigue sus pérdidas en medio de pronósticos grises, añade Arce. El más contundente es el del Fondo Monetario Internacional (FMI), que describió las perspectivas económicas de Perú como “rodeadas de gran incertidumbre” y con riesgos inclinados a la baja.




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