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Moda que incomoda: voces que exigen ética y respeto para las culturas originarias
Endémica: transformar miradas, no vender ropa
“Mi proyecto se queda pequeño frente a toda la sabiduría que hay en las comunidades”, admite Pamela Valle, diseñadora y fundadora de Endémica, al describir el motor de una marca que desde hace más de siete años no busca vender ropa, sino transformar miradas. Con un enfoque que cruza diseño, biología y activismo social, Endémica utiliza la moda como herramienta educativa para cuestionar la apropiación cultural y visibilizar el conocimiento originario como parte indispensable del presente.
Valle reconoce que su pasión por la ciencia marcó el rumbo de su propuesta: “Todo lo que estudié, desde dirección de arte hasta diseño de moda, siempre lo he vinculado con la micrología, botánica, anatomía. Me interesa más la ciencia que el diseño”, afirma. Este interés la ha llevado a desarrollar colaboraciones con científicas para investigar la biodiversidad y plantear colecciones que hablen de la riqueza natural y cultural de los territorios.

Un enfoque colaborativo y horizontal en la moda peruana
Lejos de romantizar la sostenibilidad, Pamela la somete a un constante escrutinio: “No basta con usar algodón orgánico o cuero vegetal si explotas a quien lo trabaja. La ética tiene que ver con cómo trabajas, con quién te vinculas, a quién visibilizas. Es más importante la transparencia que la estética”.
Esta mirada la ha llevado a tomar decisiones difíciles, como postergar colecciones por dudas éticas: “Durante años no quise trabajar directamente con comunidades. Me parecía muy difícil hacerlo sin alterar su forma de ver el mundo. ¿Qué pasa si les doy un diseño que se vende bien y entonces ellos cambian el suyo? Esas dudas me paralizan”.
Esa misma reflexión le permitió construir un enfoque que prioriza la horizontalidad: “No es un proyecto de Endémica. Es un proyecto hecho por artistas, por comunidades, por quienes tienen el conocimiento. Nosotros solo acompañamos”, sostiene.
Para Valle, la deuda pendiente del sistema de moda es clara: “Las técnicas ancestrales son propias de quienes las han desarrollado. No pueden ser usadas sin consentimiento ni retribución. Tiene que haber legislación clara que proteja esos conocimientos. Y si alguien quiere inspirarse, que pague, o simplemente que no lo use”.
La interculturalidad como base estructural, no decorativa
La diseñadora también denuncia el racismo implícito en campañas que se apropian del imaginario popular para convertirlo en un símbolo de estatus: “Es como cuando ves recetas indígenas en restaurantes de lujo. Está bien que se inspire en lo popular, pero ¿quién puede pagarlo? No las personas de las comunidades. Lo mismo pasa con la moda. Se vuelve un símbolo de estatus que les da la espalda a las verdaderas problemáticas”.
Valle insiste en que la interculturalidad debe ser más que un accesorio de moda: “Debería atravesarlo todo: publicidad, gastronomía, educación, moda. Somos un país intercultural y la mayoría tenemos raíces indígenas. No basta con admirar desde lejos. Hay que investigar, cuestionar lo que nos enseñaron y buscar otras fuentes. Si no te lo dan en la escuela, búscalo tú”.

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Sadith Silvano: arte y resistencia desde Cantagallo
Desde Cantagallo, la comunidad Shipibo-Konibo en Lima, la artista y lideresa Sadith Silvano coincide con esa urgencia de transformación. Tras 25 años de residencia en este asentamiento amazónico ubicado en el corazón de la capital, Silvano se ha convertido en una de las voces más activas en la defensa del arte y saberes del pueblo Shipibo-Konibo.
Artista, tintorera, madre, estudiante de Derecho y vicepresidenta de la asociación Acochicol, Sadith reflexiona sobre los retos de su pueblo frente a la moda contemporánea: “Vivir en la capital no es vivir de tu chakra. Acá se paga todo: la educación de los hijos, la comida, la luz. Por eso trabajamos todos los días”, dice.
Su arte nace del uso de tintes naturales —yacupacha, cúrcuma, caoba, achiote— y se plasma en los kené, los diseños geométricos ancestrales que reflejan una conexión espiritual y terapéutica con la selva, los ríos, los cantos y el alma. Para Silvano, la moda sostenible desde una visión amazónica exige conciencia ambiental y reforestación: “Si no reforestamos, perdemos todo: cultura, plantas curativas, nuestro trabajo. El bosque es vida, es el pulmón del mundo”.

Explotación, invisibilidad y apropiación cultural
Silvano comparte su experiencia más dolorosa con la apropiación cultural: “Cobré 5 soles por un bordado. No sabía cotizar. Esa diseñadora me gritaba, me exigía, y nunca puso mi nombre. Solo decía ‘hecho por Shipiba’, pero ¿quién es esa Shipiba?”. Con su marca Saí Silvano, creada en 2018, ha logrado llevar su trabajo a escenarios internacionales, pero la lucha por el reconocimiento y la retribución justa continúa.
Distingue con claridad lo que significa una colaboración verdadera: “Una colaboración justa es cuando hay respeto mutuo, una conversación clara, regalías si se va a comercializar a gran escala, y mención al trabajo de la artesana. El diseñador sin artesano no es nada. Y viceversa”.
Riesgos de la copia digital y precarización en la moda peruana
Silvano también advierte sobre la amenaza de la copia digital de los diseños amazónicos: “Hoy todo lo hacen con máquinas. Sacan fotos y ya imprimen millones. ¿Dónde quedamos nosotras?”. Ante este panorama, propone un modelo de moda sostenible que incluya formación para las artesanas, oportunidades reales y acuerdos equitativos: “La explotación empieza cuando no sabes cuánto vale tu tiempo ni tu hilo. Y encima te piden rebaja”.
Su mensaje final es un llamado directo: “A quienes trabajan en moda sostenible les digo que valoren nuestro trabajo, que sea justo, que haya más inclusión. Somos muchas madres, muchas artistas que luchamos día a día. Y si no nos abren la puerta, ¿cómo vamos a salir adelante?”.

Una moda verdaderamente sostenible debe ser justa
En un país donde las raíces indígenas han sido históricamente invisibilizadas, las voces de Pamela Valle y Sadith Silvano coinciden en que la moda solo será sostenible si respeta, valora y protege los saberes ancestrales, y si impulsa la verdadera transformación de un sistema que hasta hoy sigue replicando desigualdades.
Como resume Valle: “No es solo el material que usas. Es con quién trabajas, a quién visibilizas, para quién diseñas. Hay que preguntarse siempre: ¿estás sirviendo a la transformación o solo reproduciendo privilegios?”.