Crédito fotográfico: Municipalidad de Lima

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Biohuertos en ollas comunes de Lima: Seguridad alimentaria con una visión de economía circular

Por Stakeholders

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El 79.3% de los peruanos viven en centros urbanos, lo que equivale a 23 millones 311 mil 893 personas cuyas dinámicas socioeconómicas responden a los sistemas de intercambio que caracterizan a las ciudades. La relación entre los centros urbanos y el entorno rural es de mutua dependencia, pues la provisión de alimentos para las personas depende de la explotación del campo y sus recursos, mientras que los sistemas de intercambio urbanos generan mercados para su comercialización.

La emergencia sanitaria debido al COVID-19 generó el quiebre del delgado equilibrio que sostiene la cadena de abastecimiento de alimentos de las grandes ciudades del país. Durante las primeras semanas del confinamiento se vieron afectados productores, intermediarios, comercializadores y clientes. Una encuesta realizada en mayo del 2020 por el Instituto Peruano de Estadística e Informática (INEI) en Lima y Callao, señaló que un 14% de hogares carecía de medios económicos para la compra de alimentos proteicos, necesarios para una dieta balanceada.

En el 2019, en Lima Metropolitana se generaron a diario 9,902 toneladas de residuos sólidos domiciliarios. De este total de residuos sólidos, se estima que el 52% son orgánicos, el 16% inorgánicos valorizables y el 23% no valorizables. En su mayoría, los residuos son dispuestos, sin ningún tratamiento previo, en los rellenos sanitarios de la ciudad, y un gran volumen de ellos terminan en vertederos informales, bordes de ríos, puentes o carreteras, creando problemas sanitarios.

En este contexto de crisis social y sanitaria, se fortalecen y crecen las Ollas Comunes, un sistema de microorganización popular, liderado principalmente por mujeres. El sistema es bastante sencillo: todo lo que se pueda juntar sirve para preparar por lo menos una ración de alimento para cada persona cada día. Cada familia aporta con insumos de todo tipo para el establecimiento de este espacio. A la fecha en Lima, se han identificado más de 1,298 Ollas Comunes.

Si bien en las Ollas Comunes se maximiza el uso de recursos, se identificó un problema durante las primeras semanas de la pandemia: no existía un adecuado manejo y sistema de recolección de residuos sólidos lo que generaba un problema potencial de sanidad.
La Municipalidad Metropolitana de Lima venía implementando biohuertos urbanos desde el 2019. Los conocimientos generados se empezaron a compartir en redes sociales encontrando un alto interés entre las lideresas de las Ollas Comunes. A partir de ello se organizó un programa de capacitaciones sobre la recuperación de residuos y desarrollo de biohuertos usando diversos materiales, rescate de semillas y reutilización de agua.

La implementación de la práctica se da a través de cuatro etapas que parten por la identificación de áreas de intervención y generación de un vínculo de confianza entre las lideresas de las Ollas Comunes con la municipalidad. Luego se realizan capacitaciones presenciales en las zonas de intervención que motivan a los beneficiarios a emprender los biohuertos comunitarios o familiares. Durante este periodo se brinda asistencia remota para asegurar el éxito de la iniciativa. Finalmente, la primera cosecha de alimentos y compost marca un hito en la historia de cada Olla Común y su proceso de reconexión con la naturaleza y la mejora del entorno. A partir de ello se monitorea permanente el desarrollo de lo implementado.
Desde el inicio del programa, se han realizado 179 talleres prácticos en 281 ollas comunes, capacitando a 8,322 familias y beneficiando a 37,147 personas. Esto se ha logrado mediante la implementación de 1,290 biohuertos domésticos, 83 biohuertos comunitarios, 236 composteras en casa y 18 composteras comunales, recuperando 4.13 toneladas de residuos orgánicos y más de 1,623.43m2 convertido en suelo productivo. Los biohuertos son implementados en asentamientos humanos y ollas comunales de San Juan de Lurigancho, Villa El Salvador, Comas, Ate, San Martín de Porres, Pachacamac, Villa María del Triunfo, Carabayllo, Chorrillos, El Agustino, Puente Piedra y Lurín.

Aproximadamente una Olla Común distribuye entre 60 a 120 raciones de alimento diario que equivale de 21 a 35 familias que se organizan para garantizar sus medios de subsistencia. Si bien el nodo principal de esta organización es la provisión de alimentos, la sostenibilidad del tejido social requiere sumar componentes adicionales que sigan construyendo el sentido de colectividad y bien común.

Crédito fotográfico: Municipalidad de Lima

Los biohuertos se convierten en una excusa adicional para el trabajo colaborativo y el compartir. Así mismo, son una motivación para el desarrollo de faenas comunitarias que permiten la recuperación de áreas en desuso o degradadas que se convierten en nuevos espacios públicos productivos al servicio de vecinos y vecinas.

La gran mayoría de Ollas Comunes alcanzadas están ubicadas en zonas alejadas con escaso acceso a servicios básicos. Muchas de ellas se asientan en laderas de cerros, lomas o quebradas secas donde la cobertura vegetal es estacionaria o inexistente.
La iniciativa impacta en soluciones para hacer frente a estas condiciones:

– A partir de la producción de compost que recupera los residuos de frutas y verduras, la basura que se genera en los asentamientos humanos se reduce considerablemente.

– Para los biohuertos se reúsan lavatorios, baldes, bidones, maceteros, llantas y jabas de frutas, cubiertos con banners desechados o malla raschel. Las botellas de plástico se convierten en regaderas, germinadores o pequeñas macetas.

– Se capacita a las personas en la reutilización del agua que se emplea en casa o en las Ollas Comunes durante el lavado de las verduras, frutas y arroz.
Los biohuertos han demostrado una serie de beneficios sociales, ambientales, económicos y nutricionales en las Ollas Comunes donde se han implementado, contribuyendo también en la resiliencia comunitaria mediante una iniciativa ambientalmente sostenible.

Este esfuerzo ofrece la oportunidad de crear una cultura de convivencia social, desarrollando espacios de aprendizaje vivencial para los vecinos involucrados sobre la conservación, importancia y mantenimiento de su ambiente a través del cultivo de plantas, que contribuyen con una alimentación sana y saludable. Al mismo tiempo, contribuye al desarrollo de una economía circular y responsable con el planeta, aportando a la reducción del desperdicio de alimentos y mitigación de riesgos sanitarios.

Crédito fotográfico: Municipalidad de Lima



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