Por Stakeholders

Lectura de:

HANS ROTHGIESSER
Miembro del Consejo Consultivo Stakeholders


Cuando yo estaba en primaria los muñecos de Star Wars lo eran todo. Era lo que estaba de moda, era lo que muchos niños pedían para sus cumpleaños y lo que encabezaba las listas que eran enviadas al Polo Norte a inicio de diciembre. De hecho, tener tus personajes favoritos no era suficiente.  No solo tenías que tener a Luke Skywalker o a Han Solo, sino además a sus acompañantes.  Y después, a los villanos para que tengan contra quién pelear.  Y después, las navecitas y los transportes de los muñecos. ¿Quién va a olvidar al Millenium Falcon, la nave de Han Solo, presente en todas las películas de la franquicia (excepto Rogue One y las tres precuelas, por supuesto)?

Cuando se estrenó la primera película, A New Hope en 1977, el negocio de lo muñecos de acción no estaba tan desarrollado como ahora y no representaba un ingreso que a los estudios de cine le interesara de sobremanera.  Por eso George Lucas, el creador de Star Wars, pudo firmar un contrato que le permitía a él acceder a las ganancias generadas por la venta de estos juguetes.  Fue a lo largo de las tres primeras películas de esta franquicia que el modelo fue cambiando. A raíz de esta experiencia fue que otras muchas franquicias buscaron seguir el ejemplo o incluso a veces poner la carreta delante de los caballos y lanzar primero los juguetes y después la producción mediática, como fue el caso de Transformers.

Con el tiempo las costumbres han ido cambiando y el negocio también. Esa integración entre película y juguetes ya no es tan simple. Ahora hay otros elementos en la mezcla, como juegos de computadora, parques temáticos, etc.  De hecho, es histórico que las últimas películas de Star Wars no han podido colocar sus juguetes con el éxito de las primeras. En parte esto se debe a que los personajes para las películas fueron diseñados con otras prioridades. Nadie quiere, por ejemplo, un muñeco del Luke Skywalker de las últimas tres películas: Un anciano amargado y que ha traicionado sus principios y que le da la espalda al sufrimiento de otros. ¿Es divertido eso? Los muñecos originales eran de personajes idealistas y aventados. Incluso el anciano en la primera película, Obi Wan Kenobi, era un maestro en la lucha con el sable de luz, tan bien presentado que fue mi personaje favorito por mucho tiempo. Más que los tres personajes principales.

Hoy en día mis hijos han visto series y videos de Star Wars y no he necesitado comprarles esos juguetes de hoy.  Están tranquilos jugando con los muñecos que fueron míos hace décadas. Casi ninguno se ha roto, buena calidad, buen diseño, etc. Un buen producto que sigue siendo vigente hoy, porque fue bien hecho. No me han pedido más.

Un empresario chapado a la antigua me diría que estoy siendo egoista. Que la producción continua de juguetes le da trabajo a mucha gente y genera un ingreso adicional para una industria que se está adaptando a las nuevas tecnologías. Si quiero que se siga haciendo buenas series y buenas películas, hay que observar eso. No obstante, ¿es que acaso la lógica de la economía no es brindarnos los productos necesarios para satisfacer nuestras necesidades? La dirección es la contraria. Nosotros como individuos tenemos una serie de necesidades que tenemos que satisfacer. Y en algunas ocasiones eso implica adquirir bienes o servicios.

Si para satisfacer esa necesidad no necesito comprar nada nuevo, sino reutilizar algo que ya tenía, tanto mejor. A menos, claro, que la opción más moderna sea mejor que lo que ya tenía, que no es el caso. Si Disney quiere que compre nuevos juguetes de Star Wars, va a tener que alimentarnos mejores historias y personajes más carismáticos y atractivos que Kylo Ren, el emo que puede mover cosas con la mente, o BB8, el robot reemplazo del robot que no necesitaba ser reemplazado.

 







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