Por Stakeholders

Lectura de:

Hans Rothgiesser
Miembro del Consejo Consultivo Stakeholders

Abraham Wald nació en 1902 y desde el comienzo quedó claro que tenía un talento natural para las matemáticas. Lamentablemente para cuando terminó sus estudios universitarios, era mediados de los años 30 y Austria estaba en una profunda crisis. Eventualmente terminaría consiguiendo un trabajo que lo llevó a emigrar a Colorado Springs en los Estados Unidos. Entonces los nazis invadieron Austria, lo que hizo más fácil su decisión de quedarse a enseñar en la Universidad de Columbia en Nueva York. Su principal aporte durante la segunda guerra mundial fue en el Grupo de Investigación Estadístico (SRG). En vez de explosivos o armas, ellos desarrollaban ecuaciones y probabilidades que ayudaran a las tropas aliadas.

Al equipo de Wald se acercó la fuerza aérea con un dilema. Para que los enemigos no puedan derribar sus aviones, se les colocaba armadura. Pero la armadura hace al avión más pesado y por lo tanto, más lento. Además, hace que use más combustible, lo que hace que pueda volar menos tiempo. Entonces, ponerles demasiada armadura es un problema, pero ponerle muy poca también es un problema, porque lo hace más vulnerable. El óptimo está en algún punto intermedio. Para decidir eso necesitaban a un equipo de matemáticos.

Para resolver el problema, los matemáticos tenían la data de los aviones que regresaban de misiones. Notaron que los huecos de bala no estaban uniformemente distribuidos en toda la superficie del avión. Que había más huecos en el fuselaje, pero no tantos en el motor. Los oficiales veían una oportunidad para eficiencia si concentraban la armadura en las zonas en las que estaban viendo que había más huecos de bala, en donde percibían que los aviones estaban recibiendo más disparos. Pero Wald llegó con una respuesta completamente distinta.

Wald les dijo que no debían fijarse en donde estaban los huecos de bala, sino en donde no lo estaban. Que debían poner más blindaje en los motores, no en el fuselaje. La pregunta que se hizo Wald fue: ¿En dónde están las demás balas? Si las defensas alemanas disparaban ráfagas de balas, lo esperable sería que las balas estuvieran uniformemente distribuidas por todo el avión. ¿En dónde estaban las demás balas? Wald tenía la respuesta: En los aviones que no regresaron.

Los aviones que estaban analizando eran los que habían sobrevivido. Es decir, los que habían recibido los disparos en los lugares menos relevantes. Estos huecos de balas que estaban observando estaban en los lugares que menos había que proteger, porque importaban menos. En cambio, los aviones que habían sido derribados tenían huecos de balas en los lugares que de verdad había que proteger.

Al tomar la decisión de qué hacer sobre la base de los aviones que habían regresado, se estaba siendo sesgado, porque se está observando solamente los éxitos. Más importante era enfocarse en las fallas. ¿Cuántas veces cometemos todos nosotros ese mismo error?

Solamente vean los programas o los artículos de promoción de emprendedores. Se la pasan insistiendo en los millones de dólares que hizo tal o cual empresario, que tuvo éxito en tal o cual sector… pero no te cuentan la historia de los miles de aviones que fueron derribados. De los errores que llevaron a la quiebra o al fracaso de proyectos empresariales. Ni qué decir de medidas públicas. Fijarse en los errores es mucho más útil para aprender y para saber qué no hacer. Una sociedad que endiosa a los exitosos y que desprecia a los que cometen errores es una sociedad que no aprende de sus errores. Es una sociedad que destruye su economía en la década de los ochentas y que cuarenta años después plantea hacerlo todo exactamente igual.







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