Leyles Rubio León
Consultor en Comunicación
El Perú se acerca a su Bicentenario. Debería ser un momento de celebración, pero el país no atraviesa su mejor momento. La pandemia se ha llevado a cientos de miles de compatriotas, y ha ‘desnudado’ nuestras carencias en temas de salud y educación. La crisis económica ha golpeado muy duro a algunos sectores. En lo político, las últimas elecciones han dividido al país, y no hay claridad en el rumbo que tomaremos para los próximos cinco años.
¿Cómo podremos afrontar un futuro sostenible así? Para volver a unir a los peruanos debemos partir por lo aspiracional. Esto se consigue con un manifiesto, un texto corto apoyado en relatos. Hay elementos y valores que nos unen —la cultura, la gastronomía o el espíritu emprendedor, por ejemplo—. Hay que volver a contar esas historias para generar un clima de confianza y paz social.
Los primeros anuncios del nuevo Gobierno deben contener ese manifiesto. Tenemos que saber cuál es la ruta con una declaración de principios, objetivos y creencias. Es momento de construir mensajes inspiradores, que generen emociones. Deben ser coherentes y auténticos, así ayudarán a definir y a transmitir una imagen positiva. Ese contenido tiene que generar también espacios de diálogos, marcados por el respeto, que permitan reducir las brechas y acercarnos más como peruanos.
Esas conversaciones deben darse entre todos los actores de la sociedad —organizaciones sociales, gremios empresariales, centros religiosos— para llegar a acuerdos y tomar acción ante los problemas urgentes. El Gobierno podrá preparar el camino hacia el desarrollo, mirando a esos actores como aliados.
La empresa privada contribuye al desarrollo del país. Los ciudadanos lo saben, pero piden con más frecuencia que sean más respetuosas con lo que les rodea. En su interacción con el medioambiente y en el comportamiento de sus ejecutivos. Si son más conscientes o responsables, podemos asegurar el futuro sin que ello conlleve algún costo social. Ese debe ser el objetivo principal de la labor empresarial en el Bicentenario.
La integridad debe ocupar un espacio tanto en el manifiesto del Bicentenario como en el quehacer empresarial. Incluir los valores ciudadanos en la toma de decisiones, así sean difíciles, nos llevará a ser una sociedad más justa y empática. La integridad implica cohesión, es decir, la unidad que requerimos para resolver la informalidad y luchar contra la corrupción. Empecemos por lo básico, cumpliendo las normas.
La pandemia que enfrentamos también nos ha puesto a prueba. Nos ha obligado a reinventarnos, a vivir en un contexto de transformación digital. La narrativa debe tocar este punto: la dirección hacia una sociedad digital, justa e inclusiva. En donde no haya brechas para las oportunidades entre un niño de un pueblo remoto como Huaylillas con uno que crezca en Chacarilla.
La tarea para el nuevo Gobierno es enorme. Pero no estará solo. La esencia de su manifiesto será la guía en materia de productividad, inclusión y seguridad. La consigna: generar bienestar a cada vez más peruanos, a todos por igual. Si queremos al Perú, debemos estar a la altura en este Bicentenario.