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El Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS) ha encargado al Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) la tarea de medir de manera oficial la pobreza multidimensional en el Perú, con el objetivo de complementar la evaluación de la pobreza monetaria. Si bien esta iniciativa busca ofrecer una visión más integral de las carencias que enfrenta la población, expertos advierten que aprobar un índice sin una metodología robusta y sin indicadores realmente representativos podría generar una herramienta de política ineficaz y sesgada.
El desafío de medir la pobreza en todas sus dimensiones
Tradicionalmente, la pobreza en el Perú se ha medido en términos monetarios, es decir, considerando si el ingreso de una persona supera o no la línea de pobreza (S/ 450 al mes en 2023). Sin embargo, este enfoque deja fuera otros factores determinantes del bienestar, como el acceso a servicios de salud, educación, vivienda digna y empleo formal. Para subsanar esta limitación, el MIDIS ha propuesto el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), que incluiría 14 indicadores agrupados en siete dimensiones clave: salud, educación, vivienda, agua y saneamiento, energía, empleo y previsión social, y conectividad.
Datos preliminares sugieren que la pobreza multidimensional afectaría a un 32% de la población peruana, en comparación con el 29% que se encuentra en pobreza monetaria. No obstante, un análisis más detallado revela que estos indicadores no necesariamente identifican a las mismas personas: en 2023, casi la mitad de quienes eran considerados pobres multidimensionales no lo eran bajo el criterio monetario, lo que sugiere que la inclusión de nuevos factores cambia significativamente el diagnóstico.
El caso de Madre de Dios es revelador. A pesar de que solo el 17% de su población es considerada pobre según el ingreso, la pobreza multidimensional alcanza al 40% de sus habitantes. Esto indica que, aunque muchas personas tienen ingresos por encima de la línea de pobreza, aún enfrentan privaciones estructurales que afectan su bienestar.
Un índice con vacíos: riesgos de una medición parcial
Si bien la medición de la pobreza multidimensional es una herramienta valiosa para la formulación de políticas públicas más efectivas, el IPM propuesto enfrenta limitaciones metodológicas que podrían subestimar la magnitud del problema. Una de las principales críticas es la exclusión de indicadores clave como la anemia infantil, la desnutrición crónica, la calidad de la educación y la inseguridad ciudadana.
Por ejemplo, en Puno, más del 70% de los niños sufre de anemia, una de las tasas más altas del país. Sin embargo, debido a diferencias metodológicas en la recolección de datos, este factor no ha sido incluido en el IPM. De la misma manera, a pesar de que el 40% de los peruanos identifica la delincuencia como el principal problema del país, la información sobre victimización y robos no ha sido incorporada en el índice debido a la falta de consolidación de datos en las encuestas oficiales.
Estos vacíos podrían llevar a una interpretación errónea de la situación del país. De hecho, las estimaciones preliminares del MIDIS sugieren que la pobreza multidimensional ha disminuido del 36% en 2019 al 32% en 2023. No obstante, otros indicadores muestran tendencias opuestas, como el aumento de la anemia infantil y el deterioro de la seguridad ciudadana. Sin una medición que refleje estas realidades, existe el riesgo de que las políticas públicas no se enfoquen en los problemas más urgentes.
El papel del INEI y la necesidad de independencia técnica
Expertos advierten que la metodología y los indicadores del IPM deben ser definidos de manera independiente y técnica para garantizar su objetividad. En ese sentido, la responsabilidad del INEI en la formulación de este índice es clave. La experiencia internacional muestra que, cuando la institución encargada de medir la pobreza también diseña las políticas sociales (como es el caso del MIDIS en el Perú), existe un riesgo de sesgo en la selección de indicadores y en la interpretación de los resultados.
El Banco Central de Reserva (BCR), por ejemplo, no es el encargado de medir la inflación en el país; esa función recae en el INEI, lo que garantiza la independencia entre quienes recopilan y analizan la información y quienes diseñan las políticas monetarias. Un modelo similar debería aplicarse a la medición de la pobreza multidimensional para evitar conflictos de interés y asegurar la transparencia en la toma de decisiones.
Hacia un IPM más representativo y útil para la política pública
Si bien la implementación de un IPM en el Perú es un paso positivo hacia una comprensión más completa de la pobreza, es fundamental que la selección de indicadores refleje de manera precisa las principales carencias que enfrenta la población. Para ello, se deben considerar varios factores clave:
1. Ampliación de los indicadores: Incluir mediciones críticas como la anemia infantil, la calidad educativa, la inseguridad ciudadana y el acceso real a servicios básicos. Estos factores tienen un impacto directo en el bienestar de la población y su exclusión distorsionaría la verdadera magnitud de la pobreza multidimensional.
2. Independencia en la medición: Garantizar que el INEI tenga autonomía para definir la metodología y los indicadores del IPM, sin interferencias del MIDIS u otras entidades que diseñan políticas sociales. Esto aseguraría una medición técnica, objetiva y confiable.
3. Uso del IPM como complemento, no como sustituto: La pobreza multidimensional debe ser vista como una herramienta adicional a las mediciones tradicionales, no como un reemplazo de los indicadores de pobreza monetaria. Además, los resultados del IPM deben ser analizados en conjunto con otros datos sobre calidad de vida para evitar interpretaciones erróneas.
4. Monitoreo constante y ajustes metodológicos: La pobreza multidimensional es un fenómeno dinámico y su medición debe actualizarse periódicamente para reflejar los cambios en las condiciones de vida de la población. Esto implica mejorar la recopilación de datos, estandarizar metodologías y ajustar los indicadores cuando sea necesario.
El desafío de medir la pobreza en el Perú no es solo estadístico, sino político y social. La implementación de un Índice de Pobreza Multidimensional bien diseñado podría contribuir a la formulación de políticas más efectivas y enfocadas en los sectores más vulnerables.
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