Karen Weinberger
Jefa del Departamento Académico de Administración
Universidad del Pacífico
Las medidas sanitarias adoptadas en nuestro país en respuesta a la pandemia del COVID-19, paralizaron el aparato productivo llevando a la suspensión temporal o cierre definitivo de miles de micro, pequeñas, medianas y hasta grandes empresas, poniendo en riesgo la continuidad de la cadena de pagos a proveedores y trabajadores. Además, el confinamiento social, la quiebra de empresas y el cierre de las fronteras, causaron una alta tasa de desempleo en todo el país, generando una caída repentina del ingreso de los hogares y una reducción drástica de la demanda interna.
No obstante los esfuerzos del Estado para inyectar liquidez a la economía a través del programa Reactiva Perú y garantizar los créditos para el capital de trabajo de las empresas consideradas viables, a través de los Fondos de Apoyo Empresarial (Mype –Turismo – Agro), se estima que la economía peruana caerá 14.4% este año, siendo la mayor contracción de los últimos 100 años (Maximize, 2020).
Esta crisis también ha dificultado el avance en la implementación de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) planteados por la ONU, especialmente en zonas donde la falta de infraestructura y conectividad no le ha permitido al Estado brindar servicios básicos como alimentación, salud y educación, agudizando las brechas económicas y sociales existentes en el país. Además, es probable que la empresa privada disminuya su inversión social voluntaria para cumplir con sus trabajadores y acreedores, lo que agudizará aún más la situación de estas poblaciones vulnerables. Sin embargo, la crisis sanitaria y consecuente cuarentena, ha transformado la forma en la que vivimos, nos alimentamos, nos curamos, aprendemos, compramos y nos comunicamos, generando nuevas oportunidades de negocio.
La pandemia ha acelerado el cambio a: experiencias de compra en línea a través de plataformas virtuales; la bancarización de la población y a los pagos móviles, inmediatos y sin contacto a través de las fintechs; los servicios de telemedicina; el uso de plataformas de educación virtual; el teletrabajo y el trabajo remoto; la expansión de los servicios de entrega a domicilio y la omnicanalidad; medios de transporte con menos impacto ambiental; el consumo responsable o consciente; una mayor eficiencia en el uso de mermas o residuos; el uso del streaming o transmisión en vivo de contenidos para el ocio y entretenimiento, avanzando inclusive en los segmentos masivos de la población urbana. Sin embargo, todos estos cambios siguen representando un reto, especialmente para gran parte de la población rural en provincias, donde la conectividad y la educación digital no existen o son muy ineficientes.
A pesar de la incertidumbre sobre el fin de la crisis sanitaria, es momento de asumir una actitud positiva frente a estos cambios e innovar para vivir en esta nueva normalidad, incorporando la sostenibilidad en nuestros día a día. La transformación digital y los modelos de negocios disruptivos son la mejor herramienta para acelerar el avance en el logro de los ODS. Frente a una crisis sanitaria y económica, con altas tasas de desempleo, el emprendimiento es una buena opción no solo para estar ocupados y generar ingresos, sino también para asumir retos y trascender en la vida. No dejemos pasar esta oportunidad para que, con el coraje, optimismo, creatividad, ingenio y resiliencia que caracterizan a los peruanos, propongamos modelos de negocio operativamente viables, económicamente sostenibles, socialmente responsables y ambientalmente amigables. El Estado, la academia, las empresas y las startups debemos trabajar conjuntamente para que surjan más proyectos y empresas como Bioflash Perú, Simbiosis, Salvamares, Igua, Mama Qucha, Maraná, Quma, Quispikay, Ally Mishky, Naturally Divine, Via Código, InterSalud, Laboratoria, Café Compadre, Pietá, Nutrishake Andino, entre muchas fintechs y ed-techs. Solo esto permitirá consolidar una productiva, nueva y distinta normalidad.