Por Stakeholders

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Por: Christian Arzápalo
Ejecutivo corporativo de Responsabilidad Social del Fondo Nacional de Financiamiento de la Actividad Empresarial del Estado (Fonafe)

El Bicentenario de la Independencia del Perú tendrá como fecha el 28 de julio de 2021. Su celebración conmemorará los 200 años de la proclamación de Independencia del Perú. Por ello resulta una fecha propicia para alcanzar una reflexión sobre la situación en la que nos encontramos. El Perú no es un territorio cultural ni geográficamente occidental; sin embargo, toda la institucionalidad del Estado nación ha tratado de ser copiada en base al paradigma francés de la república, lo cual es, a todas luces, un despropósito, porque el modo de gobernar y administrar un territorio debe nacer del propio territorio, no imponiéndose a la fuerza modelos que responden a otras realidades y procesos históricos.

Las clases dirigentes y medias anhelan barnizarse con el halo de la modernidad, parecer ciudadanos globalizados y muchas veces de mente abierta, pero no quieren prescindir de los beneficios coloniales de un país desigual. La estructura social en el Perú sigue siendo muy jerarquizada y el racismo está siempre presente; todos tenemos a quien despreciar. Es posible que esto se haya desmontado un poco a partir de una expansión del sistema capitalista, en el que cada vez importa menos de dónde se viene, sino lo que se tiene y lo que se aparenta tener. Eso no es muy saludable, porque seguimos dejando de lado nuestro origen.

 

Christian Arzápalo – Ejecutivo corporativo de Responsabilidad Social del Fondo Nacional de Financiamiento de la Actividad Empresarial del Estado (Fonafe)

La erradicación de los conocimientos ancestrales se está agudizando. Este desprecio generalizado tiene que ver con que no nos conocemos a nosotros mismos, que no nos aceptamos y amamos, y quien se desprecia a sí mismo, no puede amar a otro ni respetar la diferencia. Tal vez por ello nos es tan difícil tener un trato considerado y comprensivo con los demás.

Para poder dialogar con el otro de una manera respetuosa, primero hay que tener una conexión profunda y fructífera con aquellas tradiciones que nos constituyen. Si podemos encontrar maneras de cuidar y desarrollar nuestra herencia espiritual, evitaremos esa especie de alienación que destruye a la sociedad y volveremos a sentirnos enteros. Debemos animar a los demás, especialmente a los jóvenes, para que regresen a sus tradiciones y redescubran las joyas que guardan. Aprender a entrar en profundo contacto con las joyas de nuestra propia tradición nos permite comprender y apreciar los valores de otras tradiciones y ello será beneficioso para todos.

Hay que conocerse a uno mismo, rescatando los aspectos más fecundos y libertarios de nuestras herencias culturales, y desechando las tendencias autoritarias. Tenemos que ser conscientes de los aspectos positivos y negativos de nuestras culturas, para a partir de ello ver qué conviene mantener y qué debemos cambiar, qué debemos aprender de las otras culturas y qué podemos ofrecer a la humanidad.

El mestizaje o los encuentros culturales no tienen que ser vividos como un drama. Por el contrario, creo que el mestizaje, cuando se hace con amor y respeto a las diferencias, puede rescatar lo mejor de las culturas que se encuentran. Y en ese encuentro amoroso todos crecemos, aprendemos, nos nutrimos y nos fortalecemos de múltiples maneras. No es dable plantear respuestas tan facilistas y fantasiosas como el retorno al Tahuantinsuyo, ya que es imposible negar los aportes culturales que han traído los últimos 500 años de migraciones de otros continentes al Perú.

No existe nada puro, nada sin mezcla. Se trata de generar una nueva modernidad, una manera de vivir esta época en nuestros propios términos. Hay que responder tanto a los retos de la globalización, como a la necesidad espiritual y física de sentirnos enraizados en nuestra ancestralidad.

Debemos combatir la desigualdad. La igualdad no es solo un principio ético inherente al desarrollo, sino también un instrumento clave para promoverlo. Tenemos las herramientas para ello, alinearnos al logro de los objetivos de desarrollo sostenible, echar mano de los principios rectores en derechos humanos, aumentar la inversión pública y privada en torno a un gran impulso ambiental, y diversificar la estructura productiva son tareas urgentes ante los cambios que transforman la economía global y el aumento de la incertidumbre que los acompaña. Pero esto no se puede sin construir redes y conexiones que nos permitan aprovechar experiencias y visiones a partir de ello.

En vísperas del Bicentenario, ¿qué venimos haciendo al respecto?







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