Por Stakeholders

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Si bien el contexto social influye en la definición de planes de responsabilidad social empresarial, se han logrado establecer ciertos estándares y parámetros de éxito aplicables en cualquier contexto, sin embargo, en situaciones de emergencia el camino a seguir es aún intuitivo e impreciso.

Para explorar este nuevo camino, tomaremos como ejemplo las acciones de intervención que podrían asumir el sector privado ante el último fenómeno de El Niño Costero, que a la fecha ha afectado 237,906 viviendas y a más de un millón de personas, de los cuales 178,701 son considerados damnificados y 113 han fallecido en diez regiones del país. Partiremos de la premisa que la responsabilidad social no significa un gasto para la empresa, sino una inversión, cuyo retorno será la mejora de su entorno, el afianzamiento de la imagen institucional, la confianza de los stakeholders y la seguridad de los shareholders.

Para lograr dichas ganancias, la inversión social deberá cumplir con ciertos requisitos mínimos, inclusive en tiempos de emergencia. En primer lugar, siempre que sea posible debería estar relacionado con el core del negocio; en segundo lugar, que compense los impactos negativos y maximice los positivos generados por la empresa; en tercer lugar, que brinde posibilidades de ejecución en alianzas estratégicas con el Estado y otros actores; y, en cuarto lugar, se deben elegir proyectos que permitan la medición de impactos.

Para atender la emergencia, la Presidencia del Consejo de Ministro (PCM) ha contemplado tres etapas de intervención. Analizaremos cuál podría ser el rol de las empresas en cada una de ellas. La primera fase es la de (a) respuesta temprana, en la que además de aportar con donaciones de primera necesidad, será clave realizar acciones relacionadas con el core del negocio; por ejemplo, embotelladoras y distribuidoras de agua que donaron dicho bien, constructoras que apoyaron con maquinaria o pesqueras que brindaron embarcaciones para el transporte de víveres. No solo ello, al ser las empresas consideradas como un vecino más del entorno, pueden aportar con la difusión de información, acerca de la reacción ante el desastre, prevención de enfermedades o fomentar la solidaridad y el optimismo.

La segunda fase es la de (b) rehabilitación, la cual incluye cinco ejes primordiales, que se pueden ligar con planes de responsabilidad social: (1) vivienda, implementación y gestión de albergues; (2) salud, prevención y atención de enfermedades que surgen luego del desastre, con actividades como: fumigación, tratamiento de residuos sólidos, entrega de medicamentos escasos y la rehabilitación de centros de salud; (3) educación, rehabilitación de escuelas y retorno oportuno de los niños a clases; (4) empleo, fortalecimiento y recuperación de PyMEs que en muchos casos han llegado a perder todo su capital, además de incrementar la oferta de empleo; y (5) vías, el desastre ha dejado 3,231 kilómetros que requieren ser habilitados.

La tercera fase es la de (c) reconstrucción, en la cual el sector privado puede aportar a través de Obras por Impuestos (OxI), mecanismo que beneficia financieramente a la empresa ya que optimiza los recursos destinados para impuestos como inversión social. El gobierno, además de haber agilizado el mecanismo de OxI, tuvo que priorizar los proyectos urgentes debido al desastre, lo cual constituye una oportunidad de inversión social para las empresas en el contexto de emergencia.

En cualquiera de estas tres fases, la empresa podrá engranar sus actividades con el plan de Responsabilidad Social existente. No obstante, si es que el desastre impactó el área de influencia directa del proyecto, se podría replantear el plan y su presupuesto, considerando a los beneficiarios como actores activos que influyen en el curso de los proyectos, debemos suponer una agenda distinta una vez que pasan a ser damnificados.

Finalmente, los desastres naturales reconstruyen y condicionan las relaciones sociales a nuevos escenarios de cooperación y conflicto, donde la sociedad civil organizada, el Estado y las empresas deberán replantear y complementar sus líneas de acción. No olvidemos que los desastres son también oportunidades de cambio e innovación.

Casandra Llosa Montagne

Gerente de Responsabilidad Social de Americas Potash







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