Por Stakeholders

Lectura de:

María Ángela Prialé
Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP) y Profesora Asociada del dpto. Académico de Administración de la UP

En palabras de Klaus Schwab, fundador y presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial (FEM), para evitar que el mundo sea aún menos sostenible, menos equitativo y más frágil debemos forjar cimientos completamente nuevos sobre los que sustentar nuestros sistemas económicos y sociales.

En el Perú, el diálogo sobre el papel de la empresa en el bienestar social y en el cuidado del ambiente comenzó tibiamente a finales de los años noventa del siglo pasado bajo el paraguas de la responsabilidad social. Hoy, a puertas de cumplir 200 años de la independencia de nuestro país y en medio de una profunda crisis generada no solo por la pandemia del COVID-19, sino por un proceso electoral polarizado, y por la desconfianza producto de la corrupción, retomar la conversación y conseguir compromisos concretos con respecto al rol que puede cumplir la empresa en el logro de los objetivos de desarrollo sostenible, es una oportunidad para tender puentes que nos alejen de polarizaciones ideológicas destructivas. ¿Cuáles serían entonces tanto la línea de base como los desafíos para conseguirlo?

El diagnóstico

Las empresas que operan en nuestro país están integrando un propósito más allá del estrictamente económico a distintas velocidades. Algunas grandes empresas peruanas, especialmente las que operan bajo los lineamientos de matrices internacionales o se integran en cadenas globales de valor, han experimentado cambios más profundos en los últimos diez años al reemplazar el amplio objetivo de contribuir al bienestar de las comunidades y la sociedad por el del alineamiento de sus acciones de carácter social y ambiental con el negocio y los valores de la empresa. Esta intención se lee en los compromisos públicos de compañías como Camposol, Entel Perú o Coca Cola.

En el caso de las empresas medianas y pequeñas observamos también avances especialmente impulsados por los valores de sus fundadores y su compromiso con sus stakeholders internos, un caso emblemático es el de la Panadería San Antonio y su respuesta frente al COVID-19. Un tercer grupo por mencionar son las denominadas empresas sociales, que no solo persiguen la integración explícita de objetivos sociales y ambientales en su propósito, sino que hacen de estos el corazón de su propuesta de valor, las empresas de la Red Kunan ilustran esta línea.

Sin embargo, este recuento en positivo estaría incompleto si no presentara la otra cara de la moneda, un todavía muy extenso número de empresas, de todos los tamaños, que se siguen gestionando de espaldas a las tendencias globales y que mantienen el objetivo de maximizar la rentabilidad para el accionista en el corto plazo, como su única responsabilidad, asumiendo una posición defensiva frente a cualquier pedido de integrar en su gestión el interés de stakeholders distintos a los accionistas.

Los desafíos

Lo primero, es necesario seguir impulsando una perspectiva sistémica que reconozca que las empresas forman parte de un sistema social y medioambiental más amplio, que los sistemas cambian y que las acciones de hoy deben tener en cuenta el futuro pues no hacerlo puede significar perder la licencia social, que es la confianza de la sociedad en una empresa. Lo segundo, aprender a trabajar en alianzas, grandes problemas requieren acciones multiactor. Se necesitan alianzas de largo plazo construidas usando marcos metodológicos que las dinamicen. Tercero, para las empresas formalmente comprometidas con la sostenibilidad, el reto consiste en pasar del propósito a su implementación, líderes capaces de gestionar el cambio a nivel de cultura organizacional y el diseño de un sistema de incentivos que abone al logro del propósito definido, son solo un par de elementos sobre los que se debe trabajar.

Finalmente, se requiere de un marco normativo favorable a las empresas y los empresarios que han decidido apostar por una mirada centrada en el propósito. Abrir el diálogo para reconocer dónde estamos y cómo avanzamos es el punto de partida para tender puentes entre empresa y sociedad y evitar seguir profundizando en una polarización que destruye el enorme potencial de creación de valor, en el sentido más integral, que tienen las empresas.







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