
Dos enfoques que pueden reparar la relación entre las personas y la naturaleza, pero que no se priorizan en las políticas gubernamentales ni en los presupuestos.
La agroecología, las prácticas regenerativas y las costumbres alimentarias tradicionales e indígenas están transformando virtuosamente los sistemas alimentarios de América Latina y del mundo. Según un reciente estudio publicado por la Alianza Global para el Futuro de la Alimentación, estas tres actividades pueden originar un sistema alimentario sostenible en la región.
La industrialización alimentaria constituye uno de los mayores factores de estrés para la salud del planeta: provoca el 80% de la pérdida de biodiversidad y genera casi una cuarta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Frente a la problemática, este tipo de prácticas aportan un sentido de propósito, dignidad, justicia social y acción climática a millones de personas. Asimismo, pueden reparar la relación entre las personas y la naturaleza, pero no se priorizan en políticas gubernamentales ni en los presupuestos, debido a las limitaciones propias del análisis tradicional.
El escepticismo termina frenando la urgente transformación de los sistemas de alimentación, afirma el informe, que incentiva a los financiadores y los responsables de políticas públicas a que ayuden a acelerar las soluciones multidimensionales que aportan a problemáticas complejas.
Para la transformación alimentaria -añade- es necesario cambiar los sistemas de investigación, educación e innovación, en especial el enfoque de corto plazo, la priorización en alimentos “baratos” y el diseño de medidas insuficientes por su enfoque reducido.
Por ejemplo, en el altiplano andino de Bolivia, Ecuador y Perú, el Programa Colaborativo de Investigación de Cultivos (CCRP por sus siglas en inglés) demuestra cómo unificar diferentes conocimientos agroecológicos para que los agricultores puedan tomar mejores decisiones y arrojar pruebas agroecológicas y climáticas concluyentes.
Según los expertos, si no buscamos diversas evidencias que se enfoquen en la toma de decisiones sobre el futuro de la alimentación, nos limitaremos a diseñar soluciones ineficaces, aisladas e incapaces de responder a los grandes retos globales a los que nos enfrentamos.
Entre las principales recomendaciones de este estudio está la articulación entre fondos y donantes públicos y privados para impulsar un programa independiente de investigación y acción multidisciplinaria que se centre en la política social y la soberanía alimentaria para la transformación de los sistemas alimentarios.
“A la hora de abordar los desafíos globales complejos como el cambio climático, la creciente desigualdad, la malnutrición, la inseguridad alimentaria y la pérdida de biodiversidad, hemos demostrado los beneficios virtuosos de la Agroecología”, dijo Lauren Baker, directora de Programas del organismo.
Para la elaboración de este informe han participado 70 autores de 17 equipos procedentes de 15 países que trabajan en el sector de los sistemas alimentarios a escala nacional e internacional.