Han pasado casi ocho años desde que la comunidad de Terrabona, en Iquitos (Loreto), decidió apostar por el cacao, y con él, transformar su destino. Esta comunidad, que alguna vez fue invisible, ahora se encuentra en el mapa gracias al Programa de Alianza Productiva Estratégica para la Producción de Cacao (PAPEC), una colaboración con la empresa Tamshi.
Terrabona, cuyo nombre está vinculado con la tierra, ha pasado de ser una comunidad arrinconada en la pobreza a una tierra fértil, no solo para el cacao, sino para las oportunidades. Ludiena Salas Arévalo, madre de tres hijos, recuerda aquellos días de carencias: “Era un pueblo olvidado”, dice, con la mirada fija en la tierra que ahora nutre sus sueños.
“No teníamos ni lo básico. Hoy puedo darles a mis hijos educación, salud y alimentos”, agrega.
Una cosecha que alimenta sueños
El cacao es más que un fruto en Terrabona. En cada semilla, los productores ven la posibilidad de darles un mejor futuro a sus hijos: “Hoy, nuestros niños pueden estudiar sin preocupaciones”, comenta Segundo, uno de los productores de cacao. Antes, solo soñaba con mandar a sus hijos a la escuela; ahora, algunos de ellos tienen como meta ir a la universidad en Iquitos.
Gracias al cacao, el colegio local, donde estudian más de 70 niños, cuenta hoy con herramientas que abren la puerta a un mundo de posibilidades: “Hay un tremendo cambio en nuestra economía (…). Podemos pensar en el futuro sin ese miedo constante de que no podremos sostenernos”, dice Ludiena.
Pero el cambio va más allá de la educación. Antes, los agricultores dependían de vender su cacao a comerciantes locales a precios que apenas les permitían sobrevivir. Hoy, Tamshi compra su producción cada 15 días y a un precio justo. Para Segundo, este cambio ha sido transformador.
“Ahora tengo mis alimentos y hasta una cama para dormir. Antes no tenía nada, pero hoy puedo descansar tranquilo”, comenta.
A pesar de estos avances y el apoyo del sector privado, aún existen grandes carencias. Por ejemplo, carecen de infraestructura básica como desagües, internet continuo y una posta médica cercana.
“El Gobierno se ha olvidado de nosotros (…) El centro médico más cercano que tenemos está a una hora en balsa”, dice Ludiena con un dejo de tristeza.
“No teníamos ni lo básico. Hoy puedo darle a mis hijos educación, salud y alimentos”.
Cacao con compromiso ambiental
Florencia Ballesteros, gerente de Finanzas de Tamshi, señala la clara su visión que tiene la empresa con su modelo de negocio: “Queremos que el cacao de Loreto sea conocido en todo el mundo por su calidad, pero siempre respetando el medio ambiente”.
La empresa, que cultiva en 2700 hectáreas, divide sus esfuerzos entre la producción sostenible y la conservación del bosque.
“No usamos agroquímicos, mantenemos prácticas sostenibles y cuidamos el medio ambiente”, explica Ballesteros.
El trabajo con las comunidades no se limita a enseñarles a cultivar. Tamshi les ha dado conocimiento, insumos y, sobre todo, la seguridad de un mercado que valora su esfuerzo. Cada agricultor aprende desde el cuidado del árbol hasta la poda precisa, sabiendo que un mal corte puede afectar la producción de manera irreversible.
“Un árbol de cacao puede durar hasta 100 años si se cuida bien”, señala uno de los tantos agricultores que tiene la empresa.
El cacao no solo ha transformado las tierras de Terrabona, también ha cambiado la vida de sus mujeres. Tamshi ha creado un programa para mujeres emprendedoras, brindándoles las herramientas para crear sus propias empresas. Venden alimentos y productos para los trabajadores del cacao, y con ello, han logrado algo mucho más valioso: independencia.
El proceso mágico del cacao
El cacao de Loreto es único, y no solo por la calidad de sus semillas. Las mazorcas se cosechan con precisión, y las semillas, cubiertas de una pulpa dulce, se fermentan para desarrollar los sabores del chocolate. Es en este proceso donde se gesta la magia: “Si el cacao no está bien fermentado, será amargo”, explica.
El cacao no solo produce chocolate, sino esperanza. Con él, se crean bebidas, cócteles, mermeladas y hasta harina para panetón. El fruto de esta tierra es tan versátil como la comunidad que lo trabaja, y su potencial no tiene límites.