Por Vivianna Rodríguez, profesora de la Escuela de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad de Sídney y María Ángela Prialé, vicedecana de Administración en la Facultad de Ciencias Empresariales de la UP e investigadora del CIUP
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La Organización de las Naciones Unidas (ONU) reconoce que en América Latina y el Caribe necesitamos con urgencia advertir la interdependencia entre las personas, los procesos y la sociedad para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y de la sostenibilidad de la vida y del planeta. En corto, según Otto Scharmer, fundador del Instituto de Presencia en MIT y el u-school necesitamos un cambio de paradigma.
Según los expertos, la transformación en la relación con nuestro yo interior, con el otro y con nuestro ecosistema contribuye a integrar, el ser y el hacer, produciendo la potencia necesaria para cambiar nuestro entorno. ¿Reto imposible? Laurel Patterson, Directora de la Integración de los ODS en la ONU, señala en su artículo “Cambiar mentalidades para cambiar los sistemas de desarrollo”, que movimientos como los Objetivos de Desarrollo Interior (ODI), proponen estrategias de transformación sistémica que invitan a sumarse a un proceso que parte del propio individuo para activar sistemas de progreso basados en el bienestar colectivo. Los ODI reconocen que necesitamos un compromiso individual y sistémico con las prácticas de adaptación para lograr los ODS. Por ejemplo, avanzar en el ODS 17 requiere de la acción individual “consciente”, para la construcción de confianza, base de las alianzas entre actores como el gobierno y las empresas.
Los impulsores de los ODI postulan que existe una visión de lo que debemos alcanzar (los ODS), pero, hasta ahora, los avances en esa visión han sido escasos porque las personas “carecemos de la capacidad interna para afrontar nuestro entorno y nuestros desafíos más complejos”. Jan Artem Henriksson, CEO de los ODI, apunta que la ciencia nos dice “qué” hacer para lograr el desarrollo sostenible, pero no nos dice “cómo” hacerlo, para él, atender el “cómo” requiere de un cambio adaptativo de nuestra forma de vivir. La propuesta de los ODI es trabajar ese cambio dejando de tapar heridas individuales y colectivas a nivel social, político, económico, tecnológico, ambiental, psicológico, y cultural.
¿Cómo la evolución interior se transforma en algo tangible?
Concientizando lo básico, los sentidos, del cómo respiramos, del cómo escuchamos, y cómo nos sintonizamos. Thomas Hübl, líder terapeuta en trauma colectivo y cultural, señala que es primordial la sintonización y la coherencia, entre la identidad personal y la vivencia organizacional, entre uno mismo y el ecosistema, entre el pasado y el presente. Esta reconexión y la coherencia pueden “escalar” incorporando prácticas multidimensionales de capacidad y conciencia, individual y colectivamente, en instituciones públicas, empresas y sociedad civil.
La investigación muestra que se pueden desarrollar habilidades de adaptación y que la transformación externa es motivada por un cambio interno. Los ODI ofrecen una caja de herramientas para trabajar en 23 de esas habilidades internas (integridad y autenticidad, autoconciencia, pensamiento crítico, empatía, humildad, valor, optimimos, etc.) y empezar a desarrollarlas para reconocer nuestro entorno y afrontar desafíos, individuales y colectivos.
El Perú ocupó el puesto 61 de 166 en el Índice ODS de 2019, un progreso lento. Por ello, el trabajo interior mediante prácticas vivenciales, y no solo de reconocimiento intelectual, aparece como un camino sugerente. Los ODI invitan a superar la polarización individual y colectiva, y ello podría ser valioso en nuestro contexto. Su propuesta de integrar el ser y hacer, lo interno y externo, lo sentido y lo expresado, el desarrollo interior e invisible con el desarrollo externo y concreto, quizá sea la forma, o por lo menos el punto de partida, para superar la polarización y avanzar en los ODS reconociéndonos todos parte del mismo sistema.
