Por PABLO BARRENECHEA - Director área Acción Climática en ECODES

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Los objetivos de acción climática para 2030 están enmarcados principalmente en los compromisos adoptados por los países bajo el Acuerdo de París, y otros planes y estrategias internacionales y nacionales, que buscan limitar el aumento de la temperatura global a menos de 1.5 °C por encima de los niveles preindustriales, tal y como indicaba IPCC en su último informe.

Como indicó el Balance Mundial (GST, por sus siglas en inglés) presentado en la COP28 de Dubái, sobre la base de las actuales NDC, la brecha de emisiones compatible con el límite del 1.5 °C se estima en más de 20 Gt CO2 eq. Por lo tanto, se requiere aumentar la ambición teniendo en cuenta los compromisos ya adquiridos que, por ejemplo, para la Unión Europea suponen reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero (GEI) al menos en un 55 % respecto a los niveles de 1990, para Estados Unidos un 50-52 % respecto a los niveles de 2005 o para China alcanzar su pico de emisiones de CO2 antes de 2030. En el caso de Perú, su NDC recoge un compromiso de reducción de un 40 % de las GEI hacia el año 2030 respecto a la línea de base de 2015.

La Declaración de Dubái, documento de consenso que cerró la COP28, reafirma el compromiso global de abordar el cambio climático con objetivos claros y ambiciosos para 2030. Estos abarcan la reducción de emisiones, la transición hacia energías renovables, la mejora de la eficiencia energética, la movilidad sostenible, la adaptación y resiliencia, el financiamiento climático incluyendo la cuestión de las pérdidas y daños, la educación y la innovación tecnológica.

En este sentido, la mayoría de los países han presentado a la CMNUCC sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) que, antes de la COP30 que se celebra en Brasil en 2025, deben ser revisados para incluir en los planes nacionales objetivos específicos de reducción de emisiones más ambiciosos. Esto supone reducir las emisiones globales en un 43 % para 2030 y en un 60 % para 2035, en comparación con los niveles de 2019, y llegar a las emisiones netas cero en 2050.

«La Declaración de Dubái reafirma el compromiso global de abordar el cambio climático con objetivos claros y ambiciosos para 2030».

Aunque la declaración no nombra explícitamente la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, la fórmula elegida, transition away, interpela a los países industrializados y los emisores históricos a que tomen la iniciativa, pero no indica una fecha concreta. También insta a los países a que promuevan acciones clave para conseguirlo, como triplicar las energías renovables (para alcanzar un 60 % de la matriz energética global) y duplicar la eficiencia energética (en un 35 %) para 2030.

También se introduce la necesidad de reducir sustancialmente las emisiones de metano, aunque no se recogen fechas ni se incluyen metas concretas. Y en relación a la adaptación y los planes nacionales, se recoge la necesidad de desarrollar y actualizarlos para 2025, con implementación plena para 2030.

Aunque no hay una referencia clara a fechas concretas no podemos dejar pasar la oportunidad de destacar que, en Dubái, entró en vigor el Fondo de Pérdidas y Daños. A pesar de las deficiencias en su diseño permitió apalancar las primeras contribuciones para su puesta en marcha. Sin embargo, las contribuciones de los países desarrollados siguen siendo muy pequeñas en relación a la dimensión del problema por lo que deberá desarrollarse en los próximos años.

Quedan apenas cinco años para alcanzar el final de la década. Tenemos una oportunidad crucial para demostrar el compromiso con la acción climática y trabajar juntos, de manera concertada a todos los niveles, e implementar soluciones concretas y ambiciosas que permitan desarrollar una sociedad resiliente.







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