Por JORGE MELO VEGA CASTRO - Presidente de Responde

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Tradicionalmente observada por ser una actividad extractiva que trastoca el equilibrio ambiental y social, la minería ha evolucionado hacia un modelo cada vez más valorado, sostenible y responsable. La minería ha enfrentado críticas debido a su impacto negativo en las comunidades y el medio ambiente, en muchos casos debido al poco profesionalismo de algunas empresas que no ponderaban adecuadamente las externalidades negativas en su operación. Sin embargo, en la última década, el sector ha mejorado su gestión operativa y se ha alineado a estándares internacionales de buenas prácticas, priorizando el respeto a los derechos humanos, que precisamente inciden en los aspectos sociales y ambientales. Como resultado, la actividad se ha transformado, minimizando su huella negativa y maximizando su contribución al desarrollo.

Los minerales desempeñan un papel crucial en la lucha contra el cambio climático. El oro, la plata y, especialmente, el cobre se utiliza en tecnologías clave para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Estos minerales se encuentran en componentes electrónicos, paneles solares, turbinas eólicas, vehículos eléctricos e incluso los electrolisadores de hidrógeno, ya que la producción de hidrógeno verde también necesita del cobre. El cobre, en particular, es un elemento esencial para la transición hacia una sociedad carbono neutral y Perú, como segundo mayor productor mundial, tiene una oportunidad única para liderar este cambio.

«El oro, la plata y, especialmente, el cobre se utiliza en tecnologías clave para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero».

El desafío y la oportunidad

La oportunidad histórica, debido los elevados precios de los metales, nos permiten tener una ventana única para impulsar nuevas inversiones que están en cartera y claro, también contar con una doble fuente importante de recursos: por los altos precios de los metales, que incrementarán los resultados e impuestos de las empresas, y también por las nuevas inversiones billonarias, que generarán más puestos de trabajo y multiplicarán el número de empresas que participarán en la cadena logística para la gestión de la procura en construcción y las compras locales. Estos precios, generados por el boom minero, se convierten en recursos para el Estado y las comunidades a través del canon y las regalías.

El Perú no puede postergar más el desarrollo de proyectos mineros. Al hacerlo, estaríamos resistiéndonos al aporte que la minería puede hacer para la agenda ambiental. Tenemos como principal reto el de la “permisología” y los cerca de 500 permisos que se requieren para que la inversión en un proyecto pueda dar frutos. Se estima que hay 18 proyectos con una inversión de 22 000 millones de dólares pendientes para los próximos años, esos números no son otra cosa que desarrollo para las regiones. Sin embargo, debemos asegurarnos de que estos proyectos cumplan con los mejores estándares sociales y ambientales, como los promovidos por el Consejo Internacional de Minería y Metales (ICMM).

Hay un cambio en el paradigma de la minería a nivel global en especial del cobre, debido al indispensable requerimiento en el aporte para la descarbonización que ha elevado su demanda y precio a niveles no previstos; y de otro lado, las buenas prácticas que desarrollan los grandes operadores mineros en el proceso extractivo y en el relacionamiento para el desarrollo de las comunidades de su entorno. Queda pendiente el entendimiento de las autoridades gubernamentales y algunas organizaciones de la sociedad civil, en el papel que les toca jugar ante el nuevo escenario y su agenda por reducir la pobreza extrema que requiere de crecimiento económico y adecuadas políticas públicas.







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