POR BERNARDO KLIKSBERG – Asesor de diversos organismos internacionales. Autor de 69 obras traducidas a múltiples idiomas. Apareció su nueva obra “Retos éticos de la postpandemia” (Disponible en Amazon). kliksberg@aol.com
¿Cómo tener una vida mejor en un mundo convulsionado? Hay muchas expectativas por las potencialidades de la Inteligencia Artificial (IA).
Promesas y peligros
Lanzada en gran escala por el Open Chat, creado por Sam Altman, alcanzó en dos meses a 100 millones de usuarios superando todos los récords de expansión rápida. La IA fue agregando servicio tras servicio, apoyada en una megabase de datos que reúne casi toda la información existente a nivel mundial en múltiples campos. Es capaz de contestar inmediatamente a todo orden de preguntas. Escribe desde artículos hasta libros, compone poemas, crea imágenes, lleva a cabo investigaciones científicas, informa sobre las tendencias de los mercados, identifica opciones beneficiosas para quienes la consultan. Ofrece contribuciones notables en la inmensa mayoría de las ciencias, desde la medicina hasta la exploración del espacio. Despertó un entusiasmo fenomenal y llovieron las inversiones en la empresa generada por Altman. También atrajo a aventureros y especuladores. Se estima que el 30 % de los actuales ofrecimientos de IA son en áreas regresivas para la humanidad, entre ellas la están usando hackers para robar información de empresas a las cuales extorsionan después pidiendo rescates millonarios para no venderla y devolverla. Entre otros ejemplos, eso hace continuamente la banda líder de piratas cibernéticos. Es un grupo criminal ruso que entre otros atracos se apoderó de la información aduanera de Costa Rica y del sistema de recetas de la mayor cadena farmacéutica de la Argentina.
También está siendo empleada para influir en procesos electorales fabricando fake news y conspiraciones imaginarias para minar la credibilidad de candidatos democratizantes y encumbrar demagogos de ultraderecha. Otra utilización frecuente es la que le están dando grupos criminales del negocio de drogas para maximizar sus lucros. Asimismo, es empleada para llevar a cabo secuestros y para la trata de blancas.
Estos y otros delitos de cuello blanco “cibernéticos” cunden en la IA. Sam Altman emprendió extensos viajes a países poderosos para explicar sus virtudes y advertir sobre sus riesgos y exigió en ellos el desarrollo de mecanismos regulatorios que los pudieran prevenir. Le costó caro. Con maniobras en una operación relámpago lo despidieron de su cargo de director general de su empresa. Al día siguiente fue contratado como gerente general de IA por uno de sus principales inversionistas Microsoft. De inmediato fue restituido a la dirección de Open Chat: fue una señal de todo lo que está en juego.
Margaret Mitchell que fundó este campo en Google y venía haciendo prevenciones sobre sus peligros fue despedida hace 3 años. Hoy Times la designó una de las cien personalidades más influyentes del mundo por su gran labor anticorrupción y pro transparencia. Ella impulsa que en las regulaciones de la IA se incluya a sectores relegados como las mujeres, los jóvenes, las minorías de color, latinas y otras, para que sus perspectivas estén representadas.
La pelea que viene
Ana Hidalgo, la exitosa dos veces electa alcaldesa de París, resumió algunos de los dilemas claves al renunciar estos días como miembro de Twitter que había cofundado porque consideró que la avalancha de noticias falsas que posibilitaba, al suprimir las reglas de ingreso, había llevado al absurdo de que Francia figuraba entre los líderes de las sociedades peor informadas del planeta.
Convocados por Inglaterra se reunieron recientemente también en Londres 28 países líderes en IA y científicos de primera línea en la materia para proponer valores y prácticas regulatorias.
Esta pelea entre salvar la IA virtuosa o permitir que siga avanzando la adulterada será crucial para definir el perfil del mundo futuro. Está en plena marcha.