El río Negro, el principal afluente de la margen izquierda del Amazonas, ha registrado el mayor descenso de su caudal desde que se tiene registros. Su nivel de agua alcanzó los 13.5 metros de profundidad, el más bajo desde 1902.

Por Stakeholders

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La Amazonía, una de las regiones más biodiversas del planeta, está siendo amenazada por una sequía severa vinculada con la deforestación y un fenómeno El Niño con impactos cada vez más extremos en un contexto de cambio climático. Los niveles de sus ríos están descendiendo y ponen en riesgo las condiciones de vida de millones de personas.

El río Negro, el principal afluente de la margen izquierda del Amazonas, ha registrado el mayor descenso de su caudal desde que se tiene registros. Su nivel de agua alcanzó los 13.5 metros de profundidad, el más bajo desde 1902. Desde setiembre de 2023, la escasez de lluvias ha golpeado gran parte de la selva tropical haciendo que los niveles de sus ríos desciendan.

Se estima que El Niño, un fenómeno natural que calienta la superficie del mar en el Océano Pacífico Ecuatorial, continuará hasta mediados de otoño, con una mayor intensidad a finales de este año e inicios de 2024. Si bien tiene diferentes impactos, en la cuenca del Amazonas, que recorre Perú, Brasil, Bolivia, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y Guyana Francesa, ha cambiado la distribución de los vientos y provocado sequías más fuertes a las experimentadas.

En paralelo, las aguas del océano Atlántico tropical norte han alcanzado temperaturas inusualmente altas que han llevado vientos secos a la Amazonía. Estos dos factores, según Carlos Nobre, científico climático e investigador de la Universidad de São Paulo, conducen a una sequía muy prolongada y larga, que ha incrementado de frecuencia por el cambio climático. Desde el 2005 han ocurrido cinco sequías intensas, cuando antes sucedían cada veinte años.

La deforestación también influye en la sequía que se está viviendo, porque los árboles de la Amazonía liberan humedad, lo que ocasiona que la temperatura del ambiente baje y se formen nubes para las lluvias. Las plantas también absorben dióxido de carbono y lo almacenan en sus hojas, troncos y raíces. Sin embargo, cuando se las mata el carbono regresa a la atmósfera.

Según la científica Luciana Gatti, coordinadora del Laboratorio de Gases de Efecto Invernadero del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, durante el gobierno de Jair Bolsonaro la deforestación tuvo un efecto equivalente al peor fenómeno El Niño registrado en la historia. Las emisiones de dióxido de carbono y de monóxido de carbono, causantes del efecto invernadero, aumentaron 89% en 2019 en relación al promedio registrado entre el 2010 y 2018, y un 122% en 2020 si se compara con el mismo periodo.

En un estudio publicado en 2021 en la revista científica Nature, la investigadora Gatti ha mostrado también que varios sectores de la Amazonía emiten más dióxido de carbono del que absorben como consecuencia de la deforestación y el cambio climático. Si la destrucción de los bosques continúa, la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada calcula que, entre el 2021 y 2025, la Amazonía podría tener 23.7 millones de hectáreas deforestadas, el equivalente al tamaño de Ecuador y a la mitad de los bosques que ha perdido en los últimos veinte años.

Los impactos del déficit hídrico

Los impactos más graves de la sequía en la Amazonía suceden en Brasil. En el estado de Amazonas, el lago Tefé -que se alimenta de las aguas del río Amazonas– es el hábitat de delfines rosados y tucuxis, dos tipos de cetáceos que se encuentran en la lista de especies amenazadas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Sin embargo, desde setiembre ha muerto el 10% de esta población: unos 130 delfines rosados y 23 tucuxis, por la sequía extrema y las altas temperaturas que superaron los 39°C, dos grados centígrados por encima de lo que soporta el cuerpo humano.

Investigadores del Instituto de Desarrollo Sostenible Mamirauá y del Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad, en Brasil, estudiaron las causas de la muerte de estos especímenes y han descartado que estén vinculadas a un agente infeccioso.

Situación en Perú

En nuestro país, las consecuencias del déficit hídrico en la Amazonía todavía no tienen los mismos impactos que en Brasil, pero van por similar camino. Por ejemplo, se ha reportado que, en la ciudad de Contamana, en la provincia loretana de Ucayali, hay comunidades que han dejado de recibir alimentos y medicinas porque no están llegando las embarcaciones fluviales debido al descenso de los ríos.

De acuerdo con el jefe zonal del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) en Loreto, Marco Paredes, los niveles de los ríos descendían antes entre tres a cuatro centímetros diarios en esta época; sin embargo, hoy este descenso oscila entre los 10 a 20 centímetros. En la provincia de Maynas, el nivel del río Itaya ha llegado casi a 2.15 metros por debajo del promedio normal cuando debería tener entre 3 a 5 metros de profundidad. “Esta situación va a perjudicar el tránsito fluvial y el abastecimiento de agua de las personas que se encuentran en la ribera del río Itaya”, dice Paredes.

En Iquitos, la capital de Loreto, el déficit hídrico afectaría al 40% de la población porque se limitaría el servicio de agua potable. El agua potable es distribuida a los hogares por la empresa prestadora de servicios Sedaloreto, pero sus reservorios están en riesgo por la escasez de lluvias. El gerente de operaciones de la compañía, Edgar Laguna y Moreno, ha señalado que en una situación extrema se puede abastecer al 60% de la población y el resto contaría con agua en sus hogares hasta por una hora en un sólo día.

Los pronósticos no son alentadores, ya que el Senamhi ha advertido que el déficit hídrico continuará en los próximos meses. Esta institución proyecta una alta probabilidad -entre 80% y 100%- de déficit de caudales en las cuencas Inambari, Tapiche y Urubamba de la región hidrográfica del Amazonas; también en la región hidrográfica del lago Titicaca, en Puno, y en las cuencas Tambo de la región hidrográfica del Pacífico. En conjunto, Senamhi alerta que están en riesgo alto 1.4 millones de personas, 2.6 millones de hectáreas de superficie agrícola, el funcionamiento de 10 centrales hidroeléctricas y también de 29 empresas prestadoras de servicios de saneamiento.

En este contexto, las temperaturas seguirán siendo altas durante el verano. En Brasil, por ejemplo, los meses de julio, agosto, septiembre y octubre han sido los más calurosos, según el Instituto Nacional de Meteorología (Inmet) de este país, con temperaturas que han superado los 40°C. En esta época se han presentado vientos secos que han ingresado de la Amazonía brasileña a la zona peruana, como Madre de Dios, y que han propiciado que en nuestro país las condiciones climáticas sean más cálidas, se produzcan olas de calor y con ello el fallecimiento de cinco personas.







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