POR FERNANDO ORTEGA SAN MARTÍN, MBA – Chair del Nodo Perú – The Millennium Project
Si bien los prospectivistas del mundo hemos venido analizando el tema de la inteligencia artificial (IA) desde el inicio de este siglo, parece que el mundo recién lo descubrió ante el lanzamiento de Chat GPT3 a mediados del año pasado, quedando muy sorprendidos por su capacidad para entablar diálogos en lenguaje natural con las personas y de generar textos que parecen que hayan sido escritos por humanos.
Sin embargo, esa aparición no era más que la punta de un iceberg tecnológico que comenzada a emerger. Y es que mientras el mundo estuvo detenido y encerrado durante la pandemia del COVID-19, los laboratorios de investigación de todo el mundo siguieron operando, y al término de la emergencia sanitaria, comenzó un desembalse de miles de tecnologías. No es una exageración.
La IA ha llegado para quedarse y resulta muy difícil que pueda detenerse su uso, porque ya las personas, y en especial los jóvenes, se están dejando seducir por lo que pueden conseguir por su empleo, en términos de calidad y rapidez de los resultados, y especialmente, dado que la mayoría de las aplicaciones se encuentran en su fase “beta”, son de acceso y empleo gratuito, por ahora.
Entonces, ¿cómo debemos afrontar esta nueva situación? La respuesta no es simple, pero debemos ser bastante realistas:
- Necesitamos acelerar la educación tecnológica de toda nuestra población. La IA no es solo un tema de los más jóvenes. Al igual que todos aprendimos a emplear internet y los celulares, ahora debemos identificar de todo el abanico de aplicaciones disponibles, aquellas que nos servirán para mantener nuestra competitividad laboral.
- La mejor actitud con la cual debemos entrar en contacto con la IA es la de la curiosidad, es decir, entrar en la IA tratando de descubrir la mejor forma en que nos puede ayudar para realizar nuestras labores o proporcionarnos información valiosa para la toma de decisiones.
- Hay que tomar a la IA como lo que es, una nueva tecnología que ha llegado para ofrecernos una enorme variedad de formas diferentes y altamente productivas para realizar mejor nuestro trabajo, aprender más rápido, recibir servicios digitales y mejorar nuestras habilidades de comunicación con las demás personas.
Sin embargo, no debemos minimizar los riesgos que surgen ante una adopción muy rápida de esta nueva tecnología. La IA puede reemplazar el trabajo humano en un número importante de tareas que implican un mínimo razonamiento y complejidad. Pero a su vez, permitirá el nacimiento de nuevos puestos de trabajo que incluso no somos capaces de vislumbrar aún. Y eso que irán apareciendo nuevas tecnologías producto de la convergencia de la IA con la biotecnología y la nanotecnología. Por eso decimos que ya el mundo no será el de antes.
Quizás el mayor peligro de la IA no provendrá de la substitución del empleo, sino de la perennización de los problemas estructurales de la sociedad global por la búsqueda irracional de la imitación del pensamiento humano. Al ser una creación humana, la IA puede tomar lo mejor y lo peor de nuestras formas de ver el mundo. Problemas como todo tipo de discriminación, la falsificación de textos, imágenes y audio, la manipulación de los consumidores y de los votantes, el control social de la población por parte de las autoridades, podrían agudizarse si se cuenta con información detallada que sea analizada en tiempo real.
De allí la necesidad de establecer regulaciones de carácter global para garantizar el desarrollo de una IA que sea ética, transparente y respetuosa de los derechos humanos. ¿Será posible lograrlo? Este es el gran desafío de nuestro tiempo. De no alcanzarlo, pondremos en peligro a las próximas generaciones. Por lo tanto, todos debemos asumir este rol histórico con valentía. No nos quedemos en el balcón viendo pasar el desfile. ¡Seamos protagonistas!