Baltazar Caravedo
Profesor de la Pontificia Universidad
Católica del Perú
Dada la naturaleza del sistema humano (sistema vivo en continua transformación y reproducción) es necesario distinguir entre energía de cohesión (positiva) y energía de repulsión (entrópica, negativa). La continuidad de un sistema social dependerá del balance final de la energía que usa, consume e intercambia en su interior y con su entorno. Si lo que predomina como resultado del balance es una energía social negativa, y si ese balance no se altera, la tendencia en el tiempo será el colapso.
Hay dimensiones y cargas de energía social que no podemos percibir pero que afectan nuestro desenvolvimiento en tanto sistemas. Dada nuestra incapacidad para identificarlas no podemos ni sabemos cómo modificar su curso ni medir el impacto que pueden provocar. El desafío que enfrentamos es identificar en concreto el tipo de flujo de energía social (de cohesión o entrópico; positivo o negativo) que predomina en un ámbito a partir de una herramienta socialmente aplicable desde una perspectiva de sistemas complejos. Nuestra expectativa es que sus resultados contribuyan a la ampliación de la consciencia, evaluar e incorporar “lo invisible”, y definir políticas para modificar los vínculos entrópicos que llevan al colapso.
El problema consiste en identificar la naturaleza de los vínculos y estimar su valor en términos de flujo de energía social. Lo que se puede medir es la cantidad de energía que consume un sistema social humano (ciudad, organización, empresa) a lo largo de un período de actividad. Dependiendo del sistema y del contexto en el que se desenvuelve (tradicional, moderno, tecnológico) el volumen de los flujos de energía variará
El índice de energía vincular da cuenta del balance de la energía social que se intercambia entre los componentes de un sistema social humano y su entorno en un tiempo determinado. Permite comparar la dinámica reproductiva de un sistema con otros a partir del balance de energías social que produce.
La información del balance de energía social de un sistema u organización a lo largo de un período determinado permite establecer el patrón reproductivo dominante del sistema y sus fluctuaciones. Si el patrón reproductivo dominante del sistema tiende a generar un balance positivo de energía se asegura la cohesión, la adaptabilidad y la continuidad del sistema. Si el patrón reproductivo dominante del sistema tiende a generar un balance negativo de energía (entropía) se debilita la cohesión y la capacidad adaptativa del sistema, indicando que el sistema se encamina a su disolución o colapso. En cualquiera de los dos casos, situaciones o tendencias se afectan y transforman el entorno del sistema, modificando las pautas que influyen en la reproducción del sistema mismo.
La información detallada de la energía intercambiada y del balance de energía social del sistema según dimensiones permite influir en la modificación de los comportamientos de los elementos constitutivos de los componentes. Y, por esa vía, se puede revertir la tendencia al colapso (temporalmente), acelerar la capacidad adaptativa, o, también, intensificar la dinámica disolutiva.
He concluido un primer borrador de una investigación relacionada a la entropía de la sociedad peruana entre 1940 y la actualidad. Los resultados iniciales demuestran que la diferencia entre las acciones constructivas y destructivas estimadas en términos de flujos de energía social muestran una mínima diferencia entre el movimiento entrópico y el movimiento neguentrópico.