Por: Úrsula Ruiz Vásquez, docente en ESAN
Los Objetivos de Desarrollo de Sostenibilidad (ODS) tienen un cumplimiento con un horizonte de tiempo cada vez más cercano. El 2030 está a la vuelta de la esquina y, los indicadores a nivel global nos identifican como Titanic Planetario1. A nivel global, nos encontramos con graves impactos negativos originados por el cambio climático, la problemática social, la crisis alimentaria, entre otros. Por su parte, el Perú es uno de los tres países más vulnerables del mundo a los riesgos climáticos; hemos perdido más del 50% de nuestros glaciales; la pobreza monetaria llega a un 25,9%, y, la corrupción sólo, en el 2019, ha representado un costo de más de S/. 23 000 millones al país.
Muchos nos preguntamos: ¿cómo hacer frente a esta coyuntura tan negativa?
Dentro de las posibilidades de solución, la gran mayoría de naciones apuestan por realizar acciones de dentro del marco de la Responsabilidad Social o Desarrollo Sostenible y, cada vez más, gobiernos, organizaciones, empresas o instituciones son conscientes de que, para lograr resultados, es necesario una intervención conjunta.
Justamente, un grupo de interés muy importante, dentro de esta necesaria actuación conjunta y socialmente responsable, son las universidades. Finalmente, en ella se forjan los profesionales que guían los destinos de millones de habitantes de nuestro país y del mundo y, lamentablemente, vamos en picada.
En ese sentido, ¿cómo es que se aborda la Responsabilidad Social Universitaria (RSU) en el Perú?
Nuestro país es pionero en la regulación de la RSU. Mediante los artículos 124º y 125º de la Ley Universitaria – Ley 30220, se establece que “la responsabilidad social universitaria es la gestión ética y eficaz del impacto generado por la universidad en la sociedad debido al ejercicio de sus funciones: académica, de investigación y de servicios de extensión y participación en el desarrollo nacional en sus diferentes niveles y dimensiones; incluye la gestión del impacto (…) contribuye al desarrollo sostenible y al bienestar de la sociedad (…)”. Asimismo, se estipula un monto mínimo de inversión para los proyectos de RSU equivalente al 2% de su presupuesto.
Posteriormente, en enero de 2022, se dio la Resolución Viceministerial 007-2022-MINEDU – “Lineamientos para la implementación de la gestión de la Responsabilidad Social Universitaria”, mediante la cual, entre otros aspectos, se precisan las etapas a través de las cuales se deberá implementar la RSU, como son: a) identificación de los procesos y productos generados por la universidad; b) identificación y determinación del entorno de la universidad; c) identificación y determinación de la vinculación con su entorno o partes interesadas; y d) identificación y determinación de los impactos de la universidad.
Agrega la norma que cada una de estas etapas deberán estar integradas a los aspectos de Planificación, Académico, Investigación, Extensión, Relaciones Institucionales y. Comunicación y Transparencia.
Normalmente, en nuestro país, la RSU en las universidades públicas tiende a concentrase en la Extensión Universitaria, ya desde allí se alojan programas de voluntariado o acciones que se desarrollan fuera de la universidad. Mientras que, en el caso de las universidades privadas, se han creado áreas especializadas desde donde se impulsan diversas actividades de Responsabilidad Social.
Esta disociación entre las universidades públicas y privadas debe migrar a la premisa de convertirse ambas, en un eje urgente de transformación de nuestra sociedad y nuestro entorno que las obligue a adoptar la RSU desde una gestión ética y eficiente con una visión integral, donde por ejemplo se conjuguen las actividades socialmente responsables con la de investigación académica y, se encuentren aliados externos que contribuyan a esta labor.
Otro aporte importante para la implementación efectiva de RSU sería a través de la publicación de Reportes o Memorias de Sostenibilidad, a través de los cuales se permita observar en forma más directa de qué forma las universidades contribuyen con la comunidad y el medio ambiente; siendo estos una herramienta de retroalimentación constante.
1 Morin, 2004.