El viernes 12 de noviembre fui invitado por las promociones de la Facultad de Gestión dela Pontificia Universidad Católica del Perú que se graduaban a dar unas palabras. Una síntesis de algunas de las ideas que dije fue la siguiente.
El desafío de la humanidad
Nos ha tocado vivir un momento crítico y contradictorio de la humanidad, tal vez uno de los más destructivos y difíciles desde la Segunda Guerra Mundial. Una parte importante de la población mundial vive en situación de
pobreza extrema. La riqueza se ha concentrado en pocas manos. La desigualdad se manifiesta no sólo en la economía sino en todas las dimensiones de nuestro vivir; a veces visiblemente despreciativa; otras veces permanece oculta en la sutileza de nuestras palabras y en lo profundo de nuestro inconsciente. También puede irrumpir insolente en nuestros actos, en nuestros comportamientos, en nuestros afectos, dando cuenta de la complejidad de la ética del sistema en el que nos desplegamos.
Los científicos nos han alertado acerca del maltrato que damos a otros seres vivos, a la naturaleza, a la biosfera,
y, desde luego, al futuro de nuestra civilización. La llegada intempestiva de la pandemia no sólo se llevó a millones de habitantes. En muchos casos evaporó los sueños y la esperanza, la salud mental y el sentido de la vida de las personas, de las familias, de las empresas y empresarios, en general, de las organizaciones.
A contracorriente de la desgracia, la humanidad también ha creado nuevos conocimientos que ha instrumentalizado de manera práctica en beneficio del sistema humano. Igualmente, el desarrollo de la inteligencia artificial ha permitido acelerar procesos y mejorar cierto tipo de exploraciones e investigaciones científicas. Así mismo, ha propuesto e impulsado nuevas formas organizacionales regenerativas y adaptativas como, por ejemplo, la economía circular, las empresas B, las sociedades de beneficio e interés colectivo.
El desafío que enfrenta la humanidad tiene que ver con la transformación de la lógica de la sociedad, de la ética con la que plasmamos nuestros actos, la construcción de un mundo en el que la colaboración y la empatía tengan una significación mayor. Es decir, en el que lo constructivo supere lo destructivo.
El desafío que vive nuestro país
El Perú se encuentra en una extraña, difícil y compleja situación en casi todos los aspectos que podamos pensar e imaginar. No es sólo el resultado de un problema político y económico. Es la lógica del sistema mismo en todas sus dimensiones. No es algo que se pueda resolver en un solo plano ni en un tiempo breve. Todos los procesos y problemas están conectados, como suele ocurrir en la vida misma, en los seres vivos. En el caso del sistema peruano la convergencia de todas sus dimensiones potencia la turbulencia de su dinámica total y plasma una contradictoria lógica integral.
Las sociedades humanas habitan en las personas. Cuando los vínculos que ellas establecen se cargan de
resentimiento, la sociedad toda se tiñe de aspereza y aleja a sus integrantes. La entropía se acomoda en nuestro quehacer. Una sociedad así es una sociedad dividida en la que nadie le reconoce autoridad a nadie o en la que una palabra divergente destruye lo que se avanza.
Una sociedad dividida no es equivalente a una sociedad diversa. Mientras que la primera transmite una cultura cínica y camina hacia su desfallecimiento, la sociedad toda se tiñe de aspereza y aleja a sus integrantes. La entropía se acomoda en nuestro quehacer. Una sociedad así es una sociedad dividida en la que nadie le reconoce autoridad a nadie o en la que una palabra divergente destruye lo que se avanza.
Una sociedad dividida no es equivalente a una sociedad diversa. Mientras que la primera transmite una cultura cínica y camina hacia su desfallecimiento, la segunda alberga un sentimiento transformador y enfrenta una oportunidad de florecimiento. A la sociedad dividida le espera la ruina o el estancamiento; a la sociedad diversa se le abre un futuro.