Por Marcos Razón, presidente y director general HP Inc. para Latinoamérica
El hueso del aguacate puede parecer una las creaciones más absurdas de la naturaleza. Ocupa demasiado espacio y tiene un sabor horrible. Pero una empresa mexicana innovadora llamada Biofase está convirtiendo estas semillas gigantes en tenedores, cucharas, cuchillos y sorbetes biodegradables para ayudar a compensar las 13 millones de toneladas de plástico que se tiran a los océanos cada año.
Mientras tanto en Chile, una startup con el nombre de Solubag ha desarrollado un material soluble y ecológico que algún día podría reemplazar las bolsas de plástico que tanto dañan el medio ambiente. Esta invención—elaborada con alcohol polivinílico—se disuelve en agua a los cinco minutos en lugar de tardar décadas en desaparecer. Además, es muy prometedor que el inversionista estadounidense y personalidad de la televisión Kevin Harrington se haya integrado recientemente al Consejo Asesor de la empresa.
Hace poco tiempo, el fabricante de calzado brasileño Cariuma también dio un gran paso con el calzado deportivo sostenible hecho de bambú y caña de azúcar locales. Este calzado deportivo ha sido tan popular que, cuando la compañía presentó nuevas líneas en 2020, una de ellas se agotó en solo cinco días y tenía una lista de espera de 5,000 personas.
Por dondequiera que se mire, los emprendedores en América Latina están reduciendo el desperdicio y encontrando ganancias en productos de fabricación sostenible, hechos con los mismos ingredientes que la mayoría de la gente subestima o tira a la basura. Sin embargo, no hay suficientes empresas haciendo la misma labor y esto debe cambiar antes de que sea demasiado tarde.
La evidencia sugiere que el planeta está precipitándose hacia un límite de temperatura alta que podría traer importantes consecuencias negativas para la seguridad alimentaria, la salud y las economías en esta misma década. La deforestación en la Amazonia ha provocado un fuerte aumento del dióxido de carbono que ingresa a la atmósfera (cuando se talan los árboles, su carbón almacenado se libera a la atmósfera, contribuyendo al calentamiento global)[i]. Las emisiones de carbono provenientes de la fabricación irresponsable, los automóviles y los aparatos electrónicos también están agravando el problema.
La tendencia es clara, sin embargo, parece que no es una alta prioridad. De acuerdo con un estudio reciente del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, 33 países latinoamericanos han asignado un total de 318 mil millones de dólares a las iniciativas post-COVID, con un gasto de reactivación de 46 mil millones de dólares y de los cuales menos del 2.2% se destina a la promoción de iniciativas “verdes” que podrían ayudar a guiar el camino hacia una recuperación económica más completa. Lo anterior fue significativamente menor al porcentaje aproximado del 19% gastado por otros países, de acuerdo con lo revelado en el informe.
Ciertamente, América Latina ha sido afectada más que la mayoría en términos de sufrimiento humano y económico durante la pandemia. La adversidad no se ha ido de ninguna manera y los líderes gubernamentales tienen mucho por hacer. Los retos que enfrentan son costosos, constantes y profundos. Y sus presupuestos son increíblemente limitados.
Pero esa es una razón más para priorizar e incluso subsidiar las iniciativas verdes corporativas, o aquellas que apoyan las economías circulares donde los productos están hechos para ser reciclados cuando su vida útil termina. La sostenibilidad es el futuro y ya no se puede ignorar. De hecho, John Kerry, el enviado especial de Estados Unidos en temas climáticos, pronostica que el cambio hacia una economía verde podría implicar “una transformación más grande” que la revolución industrial. Y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Organización Internacional del Trabajo indican que la descarbonización en Latinoamérica podría ayudar a crear 15 millones de empleos netos.
Por supuesto, nada de esto quiere decir que los gobiernos de Latinoamérica sean los únicos responsables de llevar la región a un futuro más sostenible. El sector privado también debe participar activamente.
Algunas empresas están haciendo exactamente lo propio. Por ejemplo, como parte de su nueva agenda de impacto sostenible 2030, HP ha manifestado explícitamente su voluntad de convertirse en la compañía más sostenible del mundo. Para cumplir con ese fin, tiene una ambiciosa agenda global arraigada en la ciencia y alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas en torno a la acción climática, los derechos humanos y la equidad digital. La empresa está priorizando las acciones donde su tecnología, talento y plataforma pueden hacer lo mejor para el planeta. Se esfuerza por integrar el propósito y el impacto sostenible en todo nuestro negocio y ecosistema.
HP está siguiendo esta agenda porque es lo correcto, más también es importante tomar en cuenta que de igual manera se alcanzan beneficios comerciales considerables. De hecho, en 2020 la empresa monitoreó 1,100 millones de dólares en nuevas ventas (valor de contrato) donde los criterios de sostenibilidad fueron consideraciones conocidas en los acuerdos que se concretaron.
Resolver la crisis climática no será fácil. Exigirá mucho trabajo e inversión. Demandará la colaboración entre los sectores público y privado. Más sobre todo, requerirá que la gente esté a la altura de este momento de formas que pueden estar fuera de nuestras zonas de confort. Pero con el compromiso y la clase de ingenio demostrada por Biofase, Solubag y Cariuma, todos podemos hacer que América Latina mejore.