
Por todos es conocido la trascendencia de la actividad minera nacional, su encadenamiento con la economía del mundo y su retorno en cuanto a la generación de divisas, así como la significativa contribución a los ingresos fiscales que ella genera. Sin embargo, con todo lo provechoso que resulta, poco es lo que se conoce de los encadenamientos productivos que la minería genera entorno a la economía local en donde se realizan actividades de exploración y explotación.
Por ejemplo, en el primer caso, cuando una empresa minera determina una zona de posible interés, lo que se suele hacer, además de informar, es realizar trabajos de desarrollo social y promoción de emprendimientos en previsión a una eventual consolidación de la actividad minera en la zona; de esta manera, sea cual fuese el resultado de las exploraciones, el poblado, comunidad o ciudad próxima se verán beneficiadas por se les ha ayudado a descubrir potencialidades que estaban a su alcance pero que, por estar inmersos en una dinámica estrictamente local, no se habían percatado de la importancia económica que podrían representar para ellos.
Paralelamente, en el proceso de reconocimiento de la zona de interés, suelen ocurrir hechos conexos, como pudiesen ser que el Instituto Nacional de Cultura solicite al titular minero contar con un Certificado de Inexistencia de Restos Arqueológicos (CIRA), para lo cual deberá contratarse a una empresa dedicada a esta actividad o a un profesional de la arqueología, quien en la mayoría de los casos es una persona de la localidad o la región. En más de una oportunidad, durante las investigaciones que realizan los arqueólogos se han dado a conocer restos de cierta relevancia que, con el apoyo del titular minero, han derivado en museos de sitio o en la construcción de un edificio para albergar las piezas arqueológicas relevantes, tal como ocurrió con el Museo Contisuyo en Moquegua, construido gracias al aporte de la compañía minera Southern Peru, quien financió la recuperación de los restos arqueológicos hallados en el denominado “Cerro Baúl” o Apu tutelar del valle del río Osmore.
Desde su apertura en 1989 a la fecha, el museo Contisuyo ha impactado favorablemente a la economía moqueguana, pues se ha convertido en la primera institución de su tipo en el sur peruano. Ha sido visitado por más de 20 mil personas al año, quienes a su vez adquieren souvenirs confeccionados por pequeños talleres artesanales, réplicas de piezas arqueológicas, reproducciones de prendas de vestir. Igualmente, se incrementa el número de hospedajes, restaurantes, centros de entretenimiento, servicios de movilidad, etc. Un caso similar es el que se registra en Chávin de Huántar, con el apoyo de minera Barrick. Todo esto, sin entrar en otros beneficios intangibles como la revaloración de la identidad y el fortalecimiento de pertenencia de los pobladores locales. Hasta aquí solo una muestra de la importancia de la presencia minera y su encadenamiento productivo en el ámbito cultural.
Adicionalmente, desde la etapa de prospección y exploración, la minería recurre cotidianamente a servicios de Pequeñas y Medianas Empresas locales y regionales, ya sea para colaborar en servicios relacionados directamente a la actividad, como las empresas de perforación, o para realizar labores complementarias, como proveer alimentación, hospedaje, seguridad y traslado a quienes se dedican específicamente al tema minero, o a quienes desarrollan una labor social a nombre del titular en favor de la población del entorno.
Las PYMEs, que se originan en función a una actividad principal como la minería, van ampliando sus horizontes en vista de que luego brindan servicios similares a otras empresas que no necesariamente pertenecen al rubro minero, pero que demandan sus productos o servicios. Por ejemplo, una empresa de confecciones que provee los uniformes para una empresa minera, en adelante también lo hará para la línea blanca del hospedaje para el personal, los manteles y servilletas del restaurant, los otros uniformes para las empresas que se generan en el encadenamiento productivo, etc.
El avance de las PYMEs y el sector minero hace difícil elaborar una estadística inequívoca de cuál es la facturación de las PYMEs con relación a la minería, pero sí podemos afirmar que la cifra no es nada desdeñable. Para muestra “un botón”, el año 2010, la principal productora de cobre del país, Southern Peru, realizó compras locales por valor de 22.5 millones de dólares y se estima que las adquisiciones de bienes y servicios que realiza la minería en las PYMEs supere los 100 millones de dólares. Todo ello, aparte de los 3,961 millones de Nuevos Soles que reciben las regiones mineras por concepto de canon, regalías y derecho de vigencia, monto que en su mayor parte es empleado por los gobiernos locales para realizar compras a las PYMEs de su jurisdicción. Por lo expuesto, la minería se ha convertido en un socio estratégico de las PYMEs y del desarrollo descentralizado del Perú.