Por Stakeholders

Lectura de:

ANNA ZUCCHETTI
Directora PERIFERIA SAC y Plataforma MiCiudad

Me puedo cambiar de casa, puedo cambiar de barrio, puedo cambiar de ciudad, pero no puedo cambiarme de planeta. Solo tenemos una Tierra y, en este momento, está gravemente enferma.

El cambio climático está trastocando los delicados equilibrios del sistema tierra-atmósfera y, de acuerdo al Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), “los tres últimos decenios han sido sucesivamente más cálidos en la superficie de la Tierra que cualquier decenio anterior desde 1850 y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero de todos los sectores (…) es el único modo de mantener el calentamiento global muy por debajo de 2 °C”.

Aunque la gravedad de la situación no genera la rápida acción política que se requiere, la ciencia y una mayor conciencia están –lentamente- activando una transición en las prioridades políticas. En Europa se acaba de firmar el Pacto Verde Europeo, que promueve una nueva economía limpia y circular y compromete más de 100.000 millones de euros durante el período 2021-2027 para ello.

El Pacto Global de Alcaldes por el Clima y la Energía ya ha sido firmado por más de 10,000 líderes del mundo, incluyendo el alcalde de Lima, que se comprometen con acciones transformadoras de sus territorios y ciudades para reducir las emisiones y avanzar hacia una nueva matriz energética.

En América Latina, algunos ex presidentes se están movilizando para instalar la necesidad de una “reactivación trasformadora” en la Región, y muchas organizaciones peruanas –lideradas por WWF, la Asociación de Municipalidades del Peru (AMPE), la Plataforma MiCiudad entre otras- han presentado una propuesta para ello al Ministerio de Economía y Finanzas, en el marco de la agenda de reactivación post-pandemia.

Mientras los gobiernos avanzan en discutir los pasos necesarios para las grandes transformaciones, las empresas, las organizaciones y los ciudadanos podemos empezar a dar el ejemplo. Una manera de hacerlo es con la huella de carbono, un instrumento muy simple y concreto: permite medir las emisiones de carbono o de gases que contribuyen al calentamiento global de una persona, organización, ciudad o país.

Es una metodología -ya estandardizada a nivel internacional a través de una norma ISO- que identifica y cuantifica las fuentes de emisión de una organización, producto o actividad, con la finalidad de definir las medidas para minimizarlas y, en última instancia, compensarlas.

En el Perú, quiero destacar tres iniciativas recientes que apuntan a fortalecer las acciones en ese sentido: la primera es la “Huella de Carbono” (HC) del Ministerio del Ambiente, una herramienta oficial del Estado peruano que permite reconocer cómo las organizaciones públicas y privadas gestionan sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) (https://huellacarbonoperu.minam.gob.pe) y que otorga “Estrellas” según los avances que se registren.

La segunda, también de la esfera del Ministerio, es el diseño de las Pautas para la Formulación de los Planes Locales de Cambio Climático que incentivará acciones desde las Municipalidades, contribuyendo también a reducir la huella urbana.

La tercera, y desde la sociedad civil, es la iniciativa 1 Árbol para Mi Ciudad (www.unarbolparamiciudad.org) que permite compensar las emisiones calculadas a través de la huella de carbono, con la plantación de árboles urbanos, una innovación que complementa los proyectos más comunes de deforestación evitada o reforestación del bosque amazónico, mejorando los espacios urbanos donde viven la mayoría de los peruanos.

La huella de carbono es un instrumento sencillo y al alcance de todos: no tenemos excusas para convertirnos, ya, en el “ejemplo que queremos ver en el mundo”.







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