Por: Jorge Melo Vega
Presidente de Responde
Ha generado mucha atención en el reciente Mundial de Rusia la peculiaridad del fenómeno migratorio. Casos como los de los equipos europeos, que en su proceso de selección han incorporado a jugadores de origen africano o asiático con fascinantes historias de vida a cuestas. Esta vitrina excepcional ocurre en circunstancias en que el debate internacional es sumamente convulso por la fuerte ola migratoria vigente que se ha convertido en el primer tema de agenda en los procesos electorales y en los debates sobre políticas de Estado en Europa y los EE. UU.
El tema no nos resulta lejano, ya que entre las grandes concentraciones de peruanos en Rusia, desfilando en Saransk, Ekaterimburgo o Moscú, había muchos que, vistiendo la blanquirroja, tenían un acento diferente al que hablamos normalmente. En este caso, se trataba de migrantes peruanos que viven alrededor del mundo y que la clasificación al Mundial les permitió acceder al espacio ideal para vivir intensamente y gritar con orgullo su peruanidad.
En ocasiones previas al Mundial empezamos a identificar esa presencia masiva de peruanos en los estadios, barristas que no habían despegado precisamente desde el aeropuerto Jorge Chávez. Primero en Nueva Zelanda, con migrantes provenientes de Australia y Japón. Luego en Miami y Nueva Jersey, donde se jugaba como si fuéramos locales, con una hinchada que desbordaba su patriotismo. En esa gira aparecía el rostro del colectivo cercano al millón de connacionales que vive en los EE.UU. y representa al 28 % de peruanos en el extranjero. Luego, en los partidos en Suiza y Suecia fue un poco más de lo mismo: masiva presencia de compatriotas migrantes, procedentes de Italia, Francia o España.
Se estima que asistieron 45 000 peruanos a Rusia, de ellos 25 000 salieron por el Callao y los restantes 20 000 se movilizaron desde diferentes partes del mundo. Muchos con acento algo diferente e incluso con poca fluidez en el español —probablemente de segunda generación— que pusieron una nota particular. Esa mistura de peruanidad, residentes y no residentes, llamó la atención e hizo noticia debido al buen comportamiento de masas, que difícilmente se repetiría en el territorio peruano.
Resulta interesante reflexionar sobre las razones que lleva a migrar a un ciudadano. Asume condiciones muy duras de renuncia a lo que posee y a sus afectos, para vivir una realidad desconocida, con mucho riesgo, pero soñando siempre con mejorar respecto a lo que deja. Ese migrante sabe que realizará esfuerzos extraordinarios que no haría regularmente en su país y por tanto, valorará mucho más alcanzar sus metas. En realidad, se empieza a comportar como un ciudadano ejemplar y solidario, porque viajó también para ayudar a los suyos.
Existen razones de sobra para que seamos más sensibles ante la realidad de esos tres millones de peruanos que han migrado y que, en su mayoría, residen actualmente en EE. UU., Argentina, Chile, España e Italia, desde donde se originan nuestras remesas. Por esas mismas razones, valoremos la presencia de esos 300 000 venezolanos que han llegado al Perú y que con un alto impacto emocional realizan un esfuerzo encomiable por salir adelante.