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¿Poca agua para la agricultura más diversa?
De toda el agua que se utiliza en el mundo, el 70% está destinada a la agricultura. Esta situación en Perú se intensifica, ya que es uno de los países con mayor producción agrícola y mayor uso del agua para estos fines. |
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sostiene que “actualmente, aproximadamente 3.600 km3 de agua dulce son extraídos para consumo humano, es decir, 580 m3 per cápita por año. El diagrama de barras adjunto muestra que en todas las regiones, con excepción de Europa y América del Norte, la agricultura es el sector que consume más agua, representando globalmente alrededor del 69% de toda la extracción, el consumo doméstico alcanza aproximadamente el 10% y la industria el 21%.”
Extracciones de agua por región y por sector (Tomado del Depósito de Documentos de la FAO)
John Preissing, representante de la FAO en Perú, comenta que “se calcula que para el 2050 la población va a llegar a 9 mil millones de personas. Para alimentar a esa población se requiere aumentar la producción al 60%. Pensemos que de toda el agua que se utiliza en el mundo, el 70% está destinada a la agricultura. Por lo que el problema y la solución a la escasez de agua están en el sector agrícola.” Pero esta situación en Perú se intensifica, ya que es uno de los países con mayor producción agrícola y diversa del mundo. Según datos de la Autoridad Nacional del Agua (ANA), la agricultura peruana utiliza el 80% del total de agua dulce.
La necesidad de atender el sector agrícola y de fomentar el uso eficiente del agua es imprescindible; dado que este es el sector que genera mayor oferta de empleo, además del valor sociocultural que resguarda. Según el Ministro de Agricultura, José Manuel Hernández, en el Perú el 80% de los productores agrícolas, son pequeños productores; es decir entran en la categoría de agricultura familiar. Ellos son quienes se pueden ver más afectados o más beneficiados de un proceso de gestión eficiente de agua en sus fincas.
Adicionalmente, el cambio climático también se hace presente y afecta directamente a este sector socioeconómico que ha posicionado a Perú entre los países exportadores de frutas y hortalizas, por hablar de algunas categorías. Las sequías e inundaciones, las fuertes olas de calor o de frío son muestra de este impacto que pueden hacer perder cosechas y ganados enteras. En el país, además, conviven diferentes ecosistemas, latitudes y suelos; lo cual hace que las necesidades también varíen. Preissing, asegura que “la Costa Central usa más agua que la Sierra o la Selva. Si dividimos esa torta sabemos que el 98% del agua tiene sus vertientes de la Sierra hacia el Atlántico y del lago Titicaca hacia el Ártico, y apenas el 1,5% va a hacia la Costa. Pero ahí es donde está la gran producción agrícola, donde incluso los productores son mayoritariamente privados.”
En este sentido, Luis Morán, Especialista en Agronegocios del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en Perú, señala que “De acuerdo con el informe del Banco Mundial “El futuro del riego en el Perú”, los grandes proyectos de irrigación han favorecido mayoritariamente a la costa y por ende a grandes empresarios; modelos que no han facilitado la recuperación de la inversión pública en base a la venta de tierras y la tarifa por suministro de agua, lo que viene generando mayores cargas al Estado.” Pero estas no son las únicas diferencias. El entorno condiciona de manera importante la disponibilidad de recursos, la organización social, la disposición de tecnología y, por supuesto, la producción. Pero, ¿por dónde comenzar?
Organización social y ancestral
Omar Varillas, Experto en Agricultura y Agua, sugiere que hay dos áreas en las que se debe prestar mayor atención: el riego y la sostenibilidad de las fuentes. Varillas es de la opinión que no hace falta “inventar el agua tibia”, como coloquialmente se sugiere; “hay prácticas de siembra de agua que existen desde antes de los Incas. Hemos hecho un esfuerzo para registrar muchas de esas prácticas que hoy en día con tecnología se pudiesen mejorar pero ahí están. Ejemplo de ello son los conocidos andenes, que permiten regar pero también infiltrar el agua; las amunas, las cochas, zanjas de infiltración, diques, gestión de pastos”, comenta el experto.
Además de que nada de esto es nuevo, Varillas destaca que estas buenas prácticas son producto de una organización social y familiar que únicamente se ve y valora en el medio rural. Los acuerdos, la normativa y los compromisos que se adquieren desde la comuna, tienen más peso que otras leyes nacionales, por ejemplo. Aquí es importante que los gobiernos regionales no pierdan de vista las grandes oportunidades de participación que tienen y que poco aprovechan. Sin embargo, “es necesario que su acercamiento inicie generando confianza y sabiendo escuchar a los productores. No se puede llegar a enseñar lo que ellos aprendieron de sus padres y abuelos. Hay que capacitar, acompañar y cumplir, respetando sus conocimientos.
Este acercamiento hace falta no solo para el riego de los sembradíos, sino que hay que generar estrategias juntos, hay que adecuar la crianza de animales a las condiciones y recursos (truchas en las cochas, por ejemplo), e igualmente con los alimentos que producen; además de la necesidad de apoyarlos en temas de salud, educación y acceso a nuevas tecnologías. “La idea es mejorar el ecosistema, que a su vez mejorará el sistema socioproductivo”, sostiene Varillas.
Sin embargo, Preissing es de la opinión que “los agricultores son más conscientes que nadie de la importancia y la necesidad del usar eficientemente el agua. Sin embargo, a ellos lo que les hace falta son instrumentos y de todo tipo además, operacional y técnico”. Según estos especialistas, si hace falta un acercamiento a estas comunidades para apoyar con tecnología e instrumentos, pero siempre tomando en cuenta y respetando las tradiciones y conocimientos ancestrales que tienen.
Agricultura: víctima y victimaria
EL uso del agua en la agricultura no pasa únicamente por la falta de capacitación y la organización comunal, sino por la contaminación de este recurso que, además, se traduce posteriormente en la falla de los indicadores de salud. Morán, explica que “la agricultura es causa y víctima de la contaminación de los recursos hídricos. Causa por la descarga de contaminantes y sedimentos en las aguas superficiales y subterráneas; por la pérdida neta de suelo, como resultado de prácticas agrícolas inadecuadas, y por la salinización y anegamiento de las tierras de regadío. Y es víctima, por el uso de aguas residuales y por la contaminación que otras actividades hacen a las aguas superficiales y subterráneas, lo que afecta a los cultivos y aumenta la posibilidad de transmisión de enfermedades a los consumidores y trabajadores agrícolas.”
Esto es muestra de la interdependencia que existe entre los sectores para que el uso del agua pueda concebirse eficiente. No compete solo a la agricultura hacer un cambio sino que el papel de las ciudades tiene un peso muy grande. Preissing, complementa con que “las ciudades usan mucha agua y en el Perú muy poca de esa agua es reutilizado para la producción. Se calcula que a nivel mundial 20 millones de hectáreas se trabajan solo con agua reciclada. En el país hay muy poco de eso, además de muy poca información sobre su uso y su calidad. Israel es un gran ejemplo de zonas con estrés hídrico que ha sabido desarrollar una plataforma para el reciclaje del agua. México, Chile Perú son de los 50 países con mayor estrés hídrico y, sin embargo, son de los que menos reciclan agua y de los que tienen mayor producción y explotación agrícola.”
De caras a todo lo antes mencionado, Morán resume la problemática de la siguiente forma: “mención especial merece el caso de la pequeña y mediana agricultura, en particular la de carácter familiar en las zonas andinas; donde las condiciones de acceso, uso y manejo del agua se ven afectadas por factores como: la contaminación que se origina desde otros usuarios, los efectos del cambio climático, prácticas agrícolas no sostenibles y cambios en el uso del suelo, aunados a la limitada disponibilidad de infraestructura hídrica y de tecnologías apropiadas, las débiles capacidades técnicas y socio-organizativas para una gestión participativa y equitativa, además el inadecuado marco de políticas, estrategias e inversiones públicas para atender esta problemática.”
Problemas Vs Soluciones
Pero toda problemática hay que abordarla también desde sus posibles soluciones. En este sentido los especialistas han apuntado a:
- Rescatar sistemáticamente las prácticas ancestrales de riego, uso de los suelos, siembra de agua, gestión de suelos y sistemas de cultivo.
- Se necesitan intervenciones públicas y privadas con foco en: i) promover la cosecha de agua; ii) continuar con la inversión en investigación científica y tecnológica para desarrollar nuevas prácticas en uso de agua y conservación de suelo; iii) revisar y, en caso necesario, modificar las políticas públicas en esta materia, y iv) desarrollar sistemas de información y generar datos confiables sobre la calidad y la cantidad de agua que se usa.
- Mayor participación de los gobiernos locales, especialmente en temas de capacitación e inversión.
- Incorporación de innovación tecnológica.
En este último punto, Jan Patrick Häntsche, Gerente Innovación y Tecnología de la Cámara Peruano – Alemana, cuenta sobre algunas prácticas que tienen en Alemania y que pueden exportarse a Perú para la gestión de recursos hídricos. “En Alemania se ha desarrollado más la tecnología para post cosecha, la reutilización y reciclaje del agua. Tenemos tcnología centrífuga, que gracias a la gravedad podemos separar el agua de los sólidos como tierra o piedras. Esto aplica tanto a sistemas agroalimentarios como a la minería y otros sistemas de producción. También existe un sistema de ionización con cobre y plata, que pueden eliminar la carga bacteriana para que el agua almacenada mantenga su buena calidad por más tiempo”, comenta Häntsche.
En el intercambio de tecnologías que ha tenido Alemania y Perú, destacan unos equipos que permiten detectar fugas en las tuberías, sin necesidad de escavar. Sedapal ha utilizado ya esta tecnología en diferentes lugares, sin embargo hay mucho por hacer en el sector agrícola.
Häntsche, menciona que “la tecnología entra en juego por dos razones: el precio y/o las normas. En el caso de Perú, el agua tiene un bajo costo, a pesar de que no es un recurso en abundancia. De esta forma, es más difícil cubrir los costos de nuevas tecnológicas. Por otra parte, las normas en Perú están cambiando. Por ejemplo, si la empresa está activa con los VMA, los valores máximos admisibles para enviar sus aguas servidas, deben cumplir ciertos estándares. Esto antes no era así, por eso a través de las normas puedo exigir que las empresas incluyan tecnología que les permita cumplir los estándares solicitados”.
Desafíos y pronósticos
Sin duda, los desafíos que enfrenta el país en el tema del agua (entiéndase suministro, calidad, cosecha, siembre, uso eficiente, tecnológico, etc.) son muchos y de muchos niveles. Sin embargo, el panorama junto al actual gobierno parece favorable en torno al tema.
El representante de la FAO en Perú, comenta “yo creo que este gobierno va a tener una muy buena gestión en el manejo eficiente de agua. Actualmente, organizaciones internacionales y nacionales hemos colaborado con el Estado para plantear y sistematizar buenas experiencias en siembra y cosecha de agua en Perú.” Por su parte, Häntsche sugiere que “el gran desafío en América Latina para desarrollar tecnologías que ayuden al uso eficiente de agua es, primeramente, la inversión. Esto en el caso de la agricultura es más difícil aún. En segundo lugar, hay que trabajar mucho en educación. Hace falta mostrarle a la gente los beneficios de estas tecnologías. No vamos a convencer a la gente, de un día para otro, de cambiar la forma en que han hecho las cosas toda su vida”.
El IICA también es optimista frente a los pronósticos del tema con el nuevo gobierno y señala que “como medidas de política pública, el gobierno está planteando:
i) el desarrollo de la tecnificación del riego parcelario y el uso de aguas subterráneas con prioridad para los medianos y pequeños productores, a través del Programa Mi Riego (Meta: 1000 hectáreas).
ii) la ampliación de frontera agrícola (150 mil hectáreas) y promoción de inversión privada en proyectos de riego (250 000 hectáreas).
iii) la constitución del Programa Sierra Azul para mejorar los recursos de riego en las partes altas de las cuencas y rehabilitar los sistemas de riego de altura (construcción de represas, canales, zanjas de infiltración y micro reservorios con la meta de rehabilitar 100,000 hectáreas de andenes y asegurar el riego de 500 00 hectáreas en la sierra).
El norte de todas las políticas públicas y las diferentes acciones que se hacen en torno al tema, tienen como norte el lema que Preissing menciona como lograr “más productos por gota”. Para esto un elemento clave es seleccionar cultivos que estén adecuados a la disponibilidad de agua de dónde estamos. Finalmente, hace falta reflexionar más sobre los niveles de desperdicio. Se sabe que una tercera parte de los productos producidos nunca llegan al consumidor y ahí también hay una parte de agua desperdiciada. En este punto, el Perú también tiene mucho camino por andar y ajustar.
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