
Es a través de las distintas encarnaciones del juego donde se desarrollan aspectos importantes de la formación no sólo en los primeros días y la infancia, sino también en la adolescencia y etapas posteriores. |
Por Andrés Paredes
Gerente General de Navespacial
La naturaleza lúdica de los seres humanos es intrínseca a su cultura y civilización. Es a través de las distintas encarnaciones del juego donde se desarrollan aspectos importantes de la formación no sólo en los primeros días y la infancia, sino también en la adolescencia y etapas posteriores.
Los juegos no sólo permiten aprehender el entorno físico, sino también el simbólico. Tomando forma como juegos de mesa, han acompañado a las más antiguas civilizaciones con formas de entretenimiento basada en reglas, abstracción y previsión estratégica. En la actualidad poseen diversas encarnaciones, desde las más tradicionales hasta las más complejas en reglas o en tecnología.
Como herramienta pedagógica las dos ventajas fundamentales de los juegos, entre otras muchas, son tanto su naturaleza de aprendizaje tangencial, como su facilidad para transmitir abstracciones y reglas. En cuanto a la primera ventaja, muchos contenidos de interés formativo propios de la temática de un juego cruzan fácilmente muchas barreras y resistencias que caracterizan la enseñanza tradicional o la lección directa de aula.
A través de un juego ambientado en una época histórica, por ejemplo, es posible generar interés en el jugador que lo lleve a investigar por su cuenta sobre el tema y fomentar mecanismos de autoeducación espontánea. En otro caso, si un juego requiere el aprendizaje de ciertos conceptos para su ejecución y el dominio de estos conceptos son vertebrales en para dominar el juego, el jugador se verá más motivado a acercarse e interiorizar dichos conceptos.
Sobre la facilidad para transmitir abstracciones y reglas, los juegos cuentan con la ventaja de ser espacios esencialmente simbólicos y representativos. En muchos de ellos existen mecanismos de toma de decisiones que pueden estar influenciados por una variable con mayor contenido de lógica y cálculo como en el ajedrez, o de azar y habilidades interpersonales, como en el caso del póker.
En los juegos de mesa de las oleadas más recientes, como el Colonos de Catán, de manera sutil aparecen conceptos como oferta y demanda, así como la habilidad de sortear y manejarlos, ya que el juego emplea en su mecánica la explotación de recursos limitados, susceptibles de tener un auge que disminuye su precio en el juego, una escasez que aumenta su valor o incluso un monopolio de ese recurso por parte de algún jugador que se haya orientado a lograrlo.
Otros juegos de mesa dependen mucho de habilidades sociales e interpersonales, como el clásico Diplomacy, cuyo componente esencial es la negociación entre los jugadores, así como la simulación de un escenario hostil donde los rivales en el juego pueden manipular a sus contrincantes a través de acuerdos para lograr sus fines. En la esquina opuesta podemos encontrar juegos de cooperación entre jugadores como Arkham Horror, en el que los participantes tienen que colaborar entre sí y no solo ser transparentes en sus estrategias, sino también desarrollar coordinación, sincronía para que a través del trabajo en equipo se superen las dificultades que plantea para todos los mecanismos del juego.
En esta clase de juegos, las victorias son colectivas y las derrotas afectan a todos los jugadores por igual. La dinámica de los juegos de mesa además genera espacios de aprendizaje social, al reunir físicamente a sus participantes, mientras que los juegos físicos, si bien requieren un nivel menor de abstracción, son óptimos para el desarrollo de trabajo en equipo o, según sea el caso, disciplina individual para su cultivo y mejor desempeño.
Finalmente los videojuegos que llevan en nuestra cultura solo unas pocas décadas han demostrado abrir nuevos espacios de oportunidad para la transmisión de conceptos educativos, tanto por su grado de inmersión debido a los estímulos sensoriales, como por las particulares mecánicas de juego. A través de los videojuegos y sus diferentes géneros, así como por las aún no limitadas fronteras de sus opciones tecnológicas, se encuentra otra frontera amplia e inexplorada llena de posibilidades educativas.
Los juegos, tanto modernos como clásicos, presenciales como virtuales, individuales o grupales, son parte cada vez más esencial del tiempo libre en el siglo XXI. Hoy es más cierto que nunca la definición que Johan Huizinga hace del ser humano como un homo ludens. Los habitantes de la actual y cambiante civilización tienen como una constante permanente el juego y su cada vez mayor accesibilidad en diferentes formatos y encarnaciones.
Decir que es necesario aprovechar los espacios lúdicos y los juegos como vehículo educativo es quedarse corto: El futuro de la educación pasa a través de una intersección más íntima y vertebral con los juegos en todas sus formas.
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