El Día Mundial de las Ciudades nos recuerda que el desarrollo urbano no se mide solo por el número de edificaciones, sino por la calidad de vida que ofrecen a sus habitantes. Las ciudades concentran las mayores oportunidades económicas, pero también los principales desafíos sociales y ambientales de nuestro tiempo. En el Perú, más del 80 % de la población ya vive en zonas urbanas, y hacia 2050 esa cifra superará el 85 %, según el Ceplan. El desafío es claro: crecer sin comprometer el entorno ni el bienestar de quienes habitan estos espacios, desarrollando infraestructura, servicios y condiciones cada vez mejores para todos, de manera inclusiva.
El sector construcción ocupa un rol central en esta tarea, desde el punto de vista de la sostenibilidad. De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el mismo genera alrededor del 37 % de las emisiones de carbono vinculadas a la energía a nivel mundial. Esto nos obliga a repensar la forma en que construimos: incorporar criterios sostenibles ya no es un valor agregado, sino una condición indispensable para que las ciudades sigan siendo funcionales, seguras y habitables.
Y las soluciones están al alcance de la mano, es posible hacerlo. Los materiales con menor huella de carbono —como los cementos y concretos con adiciones minerales o componentes reciclados— permiten reducir emisiones sin afectar el rendimiento estructural. Representan una forma concreta de alinear la productividad del sector con los compromisos climáticos.
Otra dimensión clave es el uso de concretos de alta resistencia y durabilidad. Adaptados a las condiciones de cada entorno, prolongan la vida útil de las obras y reducen los costos de mantenimiento. En contextos como la costa o la sierra peruana, donde la humedad y los cambios térmicos son constantes, esta elección técnica puede marcar la diferencia entre una estructura temporal y una infraestructura duradera.
«Construir con sostenibilidad implica prever cómo se usará la infraestructura, cómo impactará en la comunidad y cómo se integrará al entorno».
Los sistemas prefabricados y modulares también ganan espacio. Al producir componentes en entornos controlados, se reducen desperdicios, se acortan los plazos y se mejora la precisión estructural. En ciudades densas, cada día de obra optimizado significa menos interrupciones, menos ruido y un uso más eficiente de los recursos.
A ello se suman las tecnologías que permiten ahorrar agua y energía. Algunas mezclas requieren menos agua o fraguan más rápido, lo que disminuye el consumo energético durante la construcción. Son innovaciones silenciosas, pero con impacto directo en la sostenibilidad urbana.
Sin embargo, la innovación no puede quedarse solo en la tecnología. También debe estar en la forma de planificar, diseñar y ejecutar los proyectos. Construir con sostenibilidad implica prever cómo se usará la infraestructura, cómo impactará en la comunidad y cómo se integrará al entorno. En otras palabras, pensar cada obra desde la experiencia de las personas que la van a vivir.
Construir es una decisión que trasciende generaciones. Lo que hacemos hoy en nuestras ciudades definirá cómo vivirán quienes vengan después. Por eso, la sostenibilidad no es solo una responsabilidad: es una oportunidad de dejar un legado. Apostar por materiales de menor huella de carbono, proyectos eficientes y obras duraderas es apostar por un desarrollo que perdure en el tiempo. El futuro urbano se está diseñando ahora, y cada decisión hoy define la ciudad que dejaremos mañana.









