En un contexto marcado por la incertidumbre y el desencanto institucional, el liderazgo empresarial puede convertirse en un pilar esencial para recuperar la confianza que los ciudadanos han perdido. En el Perú, la aprobación de las principales autoridades gubernamentales se mantiene en mínimos históricos; sin embargo, las empresas privadas se han posicionado como la institución con mayor credibilidad, de acuerdo con el informe Edelman Trust Barometer 2025, que les otorga un 51 % de confianza frente al 21 % del Gobierno.
Esta diferencia no es casual. Para Julia Velarde, CEO de Velarde Sussoni Consultores, el empresariado tiene hoy un rol decisivo que trasciende la rentabilidad. “Estamos viviendo una crisis que no es solo política o económica; es una crisis de confianza, de valores y de seguridad. Frente a eso, el empresariado no puede mirar al costado. No podemos esperar que otros resuelvan lo que también nos toca asumir como parte del país”, sostiene.
Velarde comenta que el Perú necesita líderes que actúen con integridad y coherencia, capaces de cumplir su palabra y de inspirar con el ejemplo: “La reputación no se construye con discursos, sino con coherencia. El liderazgo empresarial tiene que ser también un liderazgo cívico”, puntualiza.

En esa misma línea, Cecilia Flores, presidenta del Instituto Peruano de Ética y Derechos Humanos – IPEDHU, subraya que el liderazgo empresarial debe contribuir activamente a fortalecer la confianza ciudadana, uno de los déficits estructurales más profundos del país. “Las empresas deben transmitir valores ciudadanos, garantizar que sus actividades no afectarán derechos ni contribuirán con la corrupción. Solo así podrán consolidar una relación de credibilidad con la sociedad”, señala.
Ambas expertas coinciden en que la inseguridad y la falta de confianza afectan tanto a las pequeñas como a las grandes empresas. Para Velarde, la desconfianza “desanima, paraliza y erosiona el capital más valioso que puede tener un país”.
“Tomar posición frente a temas como la erradicación del trabajo infantil, la igualdad, la no discriminación o la diversidad genera un impacto positivo real».
Cecilia Flores complementa esta visión al enfatizar que la sociedad observa con atención las causas que apoyan las empresas, las actividades que financian y los mensajes con los que se identifican. “Hoy la credibilidad no se mide solo en reportes de sostenibilidad o memorias anuales. También se mide en la coherencia del día a día y en los espacios donde las empresas expresan en qué creen realmente”, afirma.
Añade que aquellas que adoptan políticas de sostenibilidad únicamente con fines comerciales o de marketing “terminan afectando su credibilidad y profundizando la desconfianza institucional”.

Asimismo, las compañías deben continuar involucrándose en iniciativas de impacto social, pero desde su estrategia central, no solo desde la filantropía. “Necesitamos empresas que miren más allá de sus resultados trimestrales, que entiendan que su éxito está ligado al bienestar de las personas, a la confianza en las instituciones y a la estabilidad del país”, recalca Velarde.
Flores destaca que el mercado y la sociedad valoran cada vez más a las empresas comprometidas con causas sociales y éticas: “Tomar posición frente a temas como la erradicación del trabajo infantil, la igualdad, la no discriminación o la diversidad genera un impacto positivo real, siempre que vaya acompañado de acciones coherentes en el día a día.”
En definitiva, el liderazgo empresarial tiene hoy la oportunidad —y la responsabilidad— de ser un actor protagónico en la reconstrucción del tejido social y ético del país. En tiempos en que la esperanza parece escasa, las empresas pueden y deben liderar el ejemplo de integridad que el Perú necesita para volver a creer.









