En medio de la crisis de violencia, desconfianza y corrupción que atraviesa el país, es urgente volver la mirada hacia la escuela. No solo como espacio de aprendizaje académico, sino como el lugar donde se forman los ciudadanos que sostendrán el futuro del Perú. Si queremos recuperar el orden en nuestra sociedad, debemos empezar por recuperar la autoridad moral y pedagógica en la vida escolar.
Hoy, muchos maestros sienten que han perdido la capacidad de orientar y corregir con firmeza y respeto. Una normativa que prioriza los derechos, pero olvida los deberes, ha debilitado la autoridad positiva del docente. Y sin esa autoridad, resulta difícil construir ambientes seguros, disciplinados y propicios para aprender. Necesitamos escuelas donde se practique la convivencia basada en valores: respeto, responsabilidad, cooperación y honestidad. Donde los estudiantes comprendan que cada acto tiene consecuencias, y que la libertad implica también deberes hacia los demás.
No hay aprendizaje posible en el desorden. La disciplina positiva no puede ser excusa para la impunidad. Es fundamental que las escuelas cuenten con autonomía para restablecer el orden y la convivencia, formando hábitos y comportamientos que preparen a los niños y adolescentes para vivir en sociedad. La escuela debe ser el primer espacio donde se experimente la vida ciudadana, donde se aprenda a asumir responsabilidades y a priorizar el bienestar colectivo por encima del interés personal.
Al mismo tiempo, mejorar la calidad educativa requiere fortalecer los aprendizajes fundamentales —como la lectura y la matemática— que permiten acceder a la cultura, la información y el pensamiento crítico. En especial, la lectura comprensiva debe asumirse como una política de Estado sostenida en el tiempo, que no cambie con cada nuevo ministro o gobierno, sino que se mantenga como un objetivo nacional prioritario. Solo así podremos asegurar que todos los estudiantes desarrollen las competencias necesarias para entender el mundo, participar activamente en la sociedad y seguir aprendiendo a lo largo de su vida.
«En CADE Ejecutivos 2025 pondremos sobre la mesa la urgencia de fortalecer la educación desde sus cimientos».
Reducir la brecha digital sigue siendo importante, pero no será posible aprovechar la tecnología si no construimos primero un entorno de respeto, seguridad y compromiso en las aulas. Invertir en educación no solo significa dotar de recursos o infraestructura, sino sobre todo revalorar el rol del maestro como formador de ciudadanos. Su liderazgo, ejercido con respeto y convicción, es clave para sembrar los valores que necesitamos recuperar como sociedad.
A este esfuerzo deben sumarse todos los sectores. El empresariado tiene un papel decisivo al promover iniciativas que fortalezcan la formación docente, la innovación pedagógica y los programas de lectura y ciudadanía. Desde la empresa privada pueden impulsarse proyectos sostenibles que acompañen al Estado en la tarea de mejorar los aprendizajes, especialmente en zonas rurales y vulnerables. La educación no es solo una responsabilidad del sector público, sino un compromiso nacional que requiere la participación activa de todos.
Por ello, en CADE Ejecutivos 2025 pondremos sobre la mesa la urgencia de fortalecer la educación desde sus cimientos: la convivencia, la autoridad positiva y los aprendizajes esenciales. Solo así podremos construir un país donde la educación deje de ser un privilegio y se consolide como el derecho que garantiza un futuro ético, ordenado y solidario para todos.









