Por Luis Miguel De La Cruz - Coordinador de prensa de la Asociación Automotriz del Perú

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Vivimos una época marcada por la desconfianza. En el Perú, más del 85% de los ciudadanos cree que las instituciones públicas o privadas no son transparentes, según Ipsos. Esa percepción, que parece haberse instalado con fuerza, no solo afecta a la política, también alcanza a las empresas, los gremios, los medios y a cualquier actor que tenga algo que comunicar. En este contexto, el desafío de la comunicación no es solo informar, sino reconstruir la credibilidad perdida a través de la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Durante años, muchas organizaciones apostaron por mensajes “correctos” pero vacíos, más centrados en proyectar una imagen que en construir una relación genuina con sus públicos. Esa fórmula hoy ya no funciona. La ciudadanía se ha vuelto más crítica y exigente, con un acceso casi ilimitado a información y herramientas para contrastar discursos. Ejemplos recientes lo demuestran. Cuando una empresa anuncia compromisos de sostenibilidad y, al mismo tiempo, se ve envuelta en denuncias por malas prácticas laborales o ambientales, la reacción social es inmediata y contundente. Lo hemos visto en sectores clave como la minería o la agroexportación, donde la falta de coherencia ha derivado en crisis reputacionales que no se resuelven con comunicados, sino con acciones reales y sostenidas.

«La comunicación con propósito no consiste en llenar discursos de palabras como ‘sostenibilidad’ o ‘responsabilidad’”.

En contraposición, hay casos que marcan el camino correcto. Algunas compañías del rubro automotor, por ejemplo, están empezando a comunicar desde la coherencia, impulsando programas de educación vial, reciclaje de autopartes o capacitación técnica con impacto real en comunidades locales. No buscan protagonismo, sino generar valor compartido. Ese cambio de enfoque, que va de la autopromoción al propósito, empieza a diferenciar a quienes comunican para cumplir de quienes comunican para transformar.

La comunicación con propósito no consiste en llenar discursos de palabras como “sostenibilidad” o “responsabilidad”. Se trata de convertirlas en decisiones visibles. Cuando una empresa prioriza el bienestar de sus colaboradores, promueve una cultura de integridad o escucha activamente a sus grupos de interés, está comunicando, aun sin hablar. Esa es la esencia de la credibilidad: no nace del mensaje, sino del ejemplo.

En tiempos donde las redes sociales magnifican tanto los aciertos como los errores, la coherencia se ha convertido en la moneda más valiosa para cualquier institución. Comunicar con propósito implica entender que cada acción, cada silencio y cada respuesta construyen reputación. Las audiencias ya no esperan discursos perfectos, sino historias auténticas que conecten desde la verdad.

Recuperar la confianza no será tarea rápida, pero sí posible. Exige consistencia, empatía y una comunicación que deje de girar en torno a lo que la empresa quiere decir y empiece a enfocarse en lo que la sociedad necesita escuchar. Solo así la comunicación volverá a ser lo que siempre debió ser, un puente de confianza y transformación.







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